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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Doña Laura propuso jugar a la brisca; trajo D. José de su cuarto una sebosa baraja, y en el comedor, bajo la pestífera llama del petróleo mal encendido, formaron el más alegre corrillo que vieron casas de huéspedes. Huyendo de tanta vulgaridad, retirose Isidora a su cuarto, donde se encerró.
Ferragut, que la había apreciado exteriormente de una sola ojeada, corrió su cubierta... «Ochenta toneladas.» Luego examinó el aparejo y la máquina auxiliar, un motor á petróleo que le permitía hacer siete millas por hora cuando el velamen no encontraba viento. Había visto en la popa el nombre del buque y su procedencia, adivinando en seguida la clase de navegación á que estaba dedicado.
Las dos grandes fuentes de la riqueza nacional del Perú son la minería y la agricultura. Entre los minerales el cobre ocupa el primer puesto, viniendo en seguida la plata, el petróleo, el carbón, el oro y el plomo.
Creo que es una mina continuó en el Norte de la república, cerca de Bolivia, no sé si de petróleo, de diamantes o de libras esterlinas recién acuñadas. Ha olido que soy pobre, y no se digna exponerme sus planes; pero ya verá cómo se le aproxima así que se percate de que usted desea trabajar en América y lleva dinero para eso.
Yo lo hago por vuestro bien, á ver si se os quita ese maldito vicio de la borrachera. ¡Pero ni por esas! Aunque os diese petróleo con pimentón vendríais aquí á dejarme la quincena. ¡Que el diablo te coma el alma, bandido! exclamó el minero irascible, mientras los demás reían.
La otra puerta era la de la taberna, la que estaba abierta desde una hora antes de apuntar el día y por las noches hasta las diez, marcando sobre el negro camino como un gran rectángulo rojo la luz de la lámpara de petróleo colgada sobre el mostrador. Tenían las paredes zócalos de ladrillos rojos y barnizados, á la altura de un hombre, con una orla terminal de floreados azulejos.
En el fondo tres aposentos separados por sendos tableros pintados de amarillo que no llegaban al suelo. Había gente bulliciosa en estos cuartos: escuchábase rumor de plática alegre y chasquido de vasos. La tienda estaba sola, débilmente esclarecida por una lámpara de petróleo colgada sobre el mostrador.
Simoun se había quitado las gafas azules, sus cabellos blancos como un marco de plata rodeaban su enérgico semblante bronzeado, alumbrado vagamente por una lámpara, cuya luz amenazaba apagarse por falta de petróleo. Simoun, preocupado al parecer por un pensamiento, no se apercibía de que poco á poco la lámpara agonizaba y venía la oscuridad.
Otra preguntaba si valía el quinqué de petróleo. A las niñas que debían salir al portal con velas, se les pusieron los pañuelos de Manila llamados de talle, y la que tenía botas nuevas se las calzaba; la que no, salía como estaba, con las alpargatas llenas de agujeros. «No se quiere lujo, sino decencia» repetía Guillermina, que comunicaba su actividad febril a todos los vecinos y vecinas de la casa.
También ella salió, pero no podía andar; los pies le pesaban como si fuesen de plomo. Dejose caer sobre uno de los bancos del pórtico y allí aguardó un rato. Estaba ya obscureciendo. Levantose al fin y con paso vacilante se dirigió por la única calle del pueblo hasta la casa que le habían designado. La tienda estaba iluminada por una menguada lámpara de petróleo.
Palabra del Dia
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