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Actualizado: 18 de junio de 2025


Yo, ofuscado por la luz de sus ojos, que, como dos acumuladores eléctricos, iban lenta y suavemente magnetizándome, la escuchaba sin pestañear, acariciado por aquel acento andaluz, dulce y salado a la vez, cuyo recuerdo hace suspirar a más de un inglés en las brumas de la Gran Bretaña. ¿De qué hablaba?

¡Eso es cierto! dijo Blanca con aire soñador. Pronto, y a sus expensas, supo el señor de Pavol, que si las mujeres hechas no valen nada, menos valen aún las jóvenes, pues pisotean sin pestañear las ideas de sus padres y sus tíos. El lunes, me levanté lo más contenta. Había soñado esa noche con Pablo de Couprat, y me desperté lanzando un grito de alegría.

Fué a cerrar la puerta que su mujer dejó abierta, y acercándose a ésta le dijo con afectada naturalidad: El cajero me ha entregado hoy un recibo tuyo de quince mil pesetas.... Aquí está. Sacó la cartera y de ella un papelito satinado y oloroso, que presentó a su esposa. Esta lo miró un instante con semblante grave, sombrío, sin pestañear, y guardó silencio.

El viejo pastor la sostuvo sin pestañear. El pintor se emparejó con la dama exclamando con risita irónica: ¡Parece que Eumeo sigue aborreciendo como antes a los pretendientes! Elena no dijo nada y siguió caminando con paso vivo hacia la casa. Una cólera sorda rugía dentro de su pecho y tenía miedo de dejarla estallar donde pudieran verla.

Publio Esperoni recibió la noticia sin pestañear, con ostensible incredulidad, tirándose los negros mostachos... Jacinto Luque, poeta barbilampiño y melenudo, tal vez por contradecir a su execrado rival, dijo que la noticia era cierta...

Era cerca de media noche. Los pasajeros más corteses iban saludando a las señoras que habían intervenido en el concierto, sonando en su coro de alabanzas los más estupendos embustes. Todas ellas aceptaban sin pestañear la afirmación de que en caso de pobreza podían ganarse la vida con su talento musical. Mrs.

Estas y otras observaciones iba haciendo á dos buenos amigos que me acompañaban: uno de ellos que viene interviniendo hace muchos años en los acontecimientos de mi vida y que alberga en su alma tanto cariño, como en su cabeza buenos pensamientos, me oía sin pestañear, no si por el asentimiento de la conformidad ó por el ensimismamiento producido por la idea de la separación: ambas á dos cosas podían ser, pues lo primero es verdad, como verdadero lo es el cariño que desde nuestros primeros años nos une.

De un momento á otro llegarían las señoras para hacer sus ejercicios en la capilla. Pero el hermano sentía cierta pena por separarse tan pronto de aquel señor devoto que le escuchaba sin pestañear como si le admirase. ¿Quiere usted ver el monasterio? le preguntó.

Entraba en las casas de los vecinos y se pasaba á veces dos ó tres horas en alguna de aquellas miserables viviendas sentada sobre un cofre sucio, escuchando sin pestañear las relaciones de las mujeres gárrulas que no acababan jamás ó ayudándolas en sus fatigosas tareas. Al principio la trataban con mucho respeto.

Cuál, sin pestañear, mirando con su mano puesta en la espada y la otra con el rosario, estaba como figura de piedra sobre sepulcro; otro, alzadas las manos y extendidos los brazos a lo seráfico recibiendo las llagas; cuál, con la boca más abierta que la de mujer pedigüeña, sin hablar palabra, la enseñaba a su querida las entrañas por el gaznate; otro, pegado a la pared, dando pesadumbre a los ladrillos, parecía medirse con la esquina; cuál se paseaba como si le hubieran de querer por el portante, como a macho; otro, con una cartica en la mano, a uso de cazador con carne, parecía que llamaba halcón.

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