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Actualizado: 18 de junio de 2025
Apóyate en don Lázaro, Paula, que estás muy mala. ¡Ah! Triste cosa es llevar por acompañante á un caballerito como éste. El aragonés balbuceó algunas excusas, y dió el brazo á doña Paulita. Andando, sintió que la devota pesaba en su brazo como si fuera de plomo. Iba muy arrebujada, en su mantón y caminaba con dificultad. Va usted muy á prisa dijo, pesando más fuertemente en el brazo del joven.
Su fe simple, que la incertidumbre poblaba de supersticiones, la hacía ir de altar en altar, pesando en su mente los méritos y milagros de cada imagen.
¿Qué quieres decir? profirió él mirándola a su vez a la cara . ¿Te está pesando de haberte casado conmigo, verdad...? ¡Sí, sí... no lo niegues...! Lo estoy leyendo en tus ojos. No, no me pesa el haberme casado contigo, pero sí el que me des a entender que no puedo hacerte feliz. Hubo algunos instantes de silencio.
Su rostro y todo su cuerpo reflejaban agitación violentísima que se traducía en muecas y contorsiones y se exhalaba también en frases incoherentes pronunciadas en voz baja, que ni Carlota ni Mario llegaban a comprender. La causa de tal estado espasmódico no podía ser otra que la influencia magnética de la mirada del violinista pesando continuamente sobre su cogote.
Midiendo y pesando gestos, palabras y actitudes de Nieves, a ratos se afirmaba en que sí, y a ratos le parecía que no. No sabiendo a qué atenerse, abstúvose de indagar por derecho cosa alguna, y salió del saloncillo tan a obscuras como había entrado en él, pero menos intranquilo; porque viendo y oyendo a su hija, le parecía imposible que en ella cupiera misterio por el cual debiera él alarmarse.
Demos que con este modo artificioso han abierto de tal manera los ojos al mundo, adelgazándole en materia de estado, que hoy con notable perjuicio de la Iglesia no se atiende ni trata de otra cosa, pesando cada uno con ese peso sus acciones todas, y lo que peor es tambien que los herejes han conocido el artificio de estos padres, y ahora con harto daño nuestro se valen de él con aquellos príncipes que les hacen proteccion; de manera que donde primero sabian algunas letras, y se podia esperar que algun dia conociesen sus errores, ahora han salido ateistas y políticos, dificultosisimos de convertirse, si Dios milagrosamente no los reduce.
En cierta farsa o representación alegórica, en el palacio de Alejandro VI, hizo una vez la figura de la Justicia, con la balanza en su fiel, pesando méritos y repartiendo premios según a cada uno le tocaba.
La razon dicta, que nadie se tenga por Juez y árbitro de la verdad en cosas opinables, que nos oygamos, pesando las razones de cada uno recíprocamente, que abracemos la verdad, aunque venga de nuestro mayor enemigo, que el que tiene mas luces, se compadezca del que no las tiene, y que nunca hagamos guerra de la voluntad, lo que solo es oposicion del entendimiento.
Pues lo mismo están los benditos cuerpos. Aquella misma tarde, después de mirar la puerta del Carmen y los elocuentes muros de Santa Engracia, que vieron lo que nadie volverá a ver, paseaban por las arboledas de Torrero. Jacinta, pesando mucho sobre el brazo de su marido, porque en verdad estaba cansadita, le dijo: «Una sola cosa quiero saber, una sola.
La misma vida vegetativa, brumosa, soñolienta; las mismas tertulias en las trastiendas libando con deleite la miel de la murmuración. Los apodos soeces pesando siempre como losa de plomo sobre la felicidad de algunas respetables familias. En el Bombé, las tardes de sol, los mismos grupos de clérigos y militares paseando desplegados en ala.
Palabra del Dia
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