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Actualizado: 28 de junio de 2025
Después, volviéndose hacia Ángela, le dijo con voz temblorosa aún por la cólera: Ve a abajo y trae un pedazo de borona y un jarro de agua. Ángela se apresuró a cumplir la orden. El padre fue otra vez al cuarto y colocó uno y otro en el suelo, exclamando: ¡Ahí tienes lo que has de comer y beber mientras seas tan perra!... ¡Yo te bajaré los humos!...
Sabemos, semejante á esta bajeza, Que causa otras dos mil esta traidora, Que aunque dice el refran, que no es vileza, Y ser con nuestro Dios merecedora Creemos la virtud de la pobreza: Sin su favor la perra es causadora, De hambre, que es un mal tan sin medida, Que dar
L. Weigert, Untersuchungen zur spanischen Syntax auf Grund der Werke des Cervantes. Berlín, Mayer & Müller, 1907, págs. 170-174. la perra mora. Baile recordado por Cervantes, La ilustre fregona, CLÁS. CAST., I, 287, y por Quiñones de Benavente, Nueva Bibl. de Aut. Esp., X, x. b.
Al Micuren diò Dios una bolsilla Por medio de los pechos, en que encierra Siete ù ocho hijuelos: si seguilla Procura otro animal, le hace guerra A quien le sigue; y guarda su cuadrilla Como suele hacer la brava perra: Y en viendose de mal libre y de duelos, Abre la bolsa y salen los hijuelos.
En pocas palabras la puso doña Lupe al tanto de la gran burrada que había hecho Papitos. «Nada, hija, que si es de noche y se vierte el mineral con la luz encendida, aquí perecemos todos achicharrados... Es muy perra esta chica, y me va a consumir la vida».
Despreciaba de antemano á la suerte, vencida por él. «¡Ah, perra!» Iba á vérselas con un hombre. De un tirón arrancó la silla en que había puesto otro su mano, y se sentó á una mesa de ruleta, entre dos viejas, sucias y mal vestidas, con aspecto de brujas. Los empleados cruzaron su asombro en forma de discretas ojeadas. ¡El príncipe apuntando, y á aquella hora!... Hagan sus juegos...
Mi piel no sabe ya lo que es ruborizarse, ni mis oídos se escandalizan por una palabra más o menos fina. Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual... No veo más que mi objeto, y me voy derechita a él sin hacer caso de nada. Esto me da tantos ánimos que me atrevo con todo. Lo mismo le pido al Rey que al último de los obreros.
Era, otrosí, derrengada, La derribaba un resuello... Puede decirse que aquello No era perra ni era nada. D. Ricardo Cascarilla tiene también composiciones felicísimas de ese género; sobre todo, a mi juicio, un curiosísimo diálogo con el Salto de Tequendama, a quien presenta un literato español, de paso por Colombia.
Encontró a su tía en el cuarto de la comandanta en un estado verdaderamente aflictivo, ojerosa, con la cabeza pesada y un humor poco dispuesto a las bromas. «¡Bien por las valentías!... le dijo Fortunata . ¿Y qué tal se ha portado la enferma?». No me hables, hija; noche más perra no la he pasado en mi vida. No me ha dejado ni siquiera descabezar un sueño de diez minutos.
Teneis razon, replicó el primer eunuco. Es una perra fina muy chiquita, continuó Zadig, que ha parido poco ha, coxa del pié izquierdo delantero, y que tiene las orejas muy largas. ¿Con que la habeis visto? dixo el primer eunuco fuera de sí. No por cierto, respondió Zadig; ni la he visto, ni sabia que la reyna tuviese perra ninguna.
Palabra del Dia
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