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Julián, que empezaba a descalzarse los guantes, se compadeció del chiquillo, y, bajándose, le tomó en brazos, pudiendo ver que a pesar del mugre, la roña, el miedo y el llanto, era el más hermoso angelote del mundo. ¡Pobre! murmuró cariñosamente . ¿Te ha mordido la perra? ¿Te hizo sangre? ¿Dónde te duele, me lo dices? Calla, que vamos a reñirle a la perra nosotros. ¡Pícara, malvada!

La dirección del establecimiento, como el oso de Heine, cree que, despojando de bolsillos a los hombres, se suprime en ellos el sentido de la propiedad, y a medida que los empleados llegan, hace que cambien sus trajes por unos trajes especiales, en los que no hay medio de guardar ni una sola perra chica.

¡Mira que hago fuego! volvió á repetir el otro con voz aún más sombría. ¡Tira de una vez, hijo de perra!... no eres escocés.... eres.... No pudo seguir. ¡Ya que lo quieres!... Y el gringo apretó los dos gatillos al mismo tiempo. Una nube blanca se extendió ante sus ojos. Al disolverse el humo y extinguirse el doble trueno, vió á Morales tendido á sus pies.

No bien hubiéron dado la sentencia, quando pareciéron el caballo y la perra, de suerte que se viéron los jueces en la dolorosa precision de anular su sentencia; condenaron empero á Zadig á una multa de quatrocientas onzas de oro, porque habia dicho queno habia visto habiendo visto.

El largo descanso en el café le permitió recorrer como una exhalación la distancia entre el Rastro y la calle de la Cabeza, donde vivía la señorita Obdulia, a quien deseaba visitar y socorrer antes de irse a casa, pues era indudable que a la niña correspondía la mitad, perra más o menos, de uno de los duros de D. Carlos.

Y dinero, ¿sabe usted, paisano? ni una peseta, ni una perra gorda. Tengo el gusto de desembarcar con el bolsillo limpio. Quiero que conste así, para cuando yo vaya en automóvil, tenga collares de perlas y los periódicos publiquen mi biografía con retrato. Me quedaba un poco de dinero, ¡muy poco! al bajar en Río con doña Zobeida.

Dicen que este es nombre de perra. Yo me llamo María. Mariquita. María Nela me llaman y también La Hija de la Canela. Unos me dicen Marianela, y otros nada más que la Nela. ¿Y tu amo, te quiere mucho? , señor, es muy bueno.

Y el padre resurgía, maldiciéndose a propio, apartando los rizos del chiquillo, mojando un pañuelo en agua, y atándolo con cuidado indecible sobre la descalabradura. A ver cómo lo cuidas... gritó dirigiéndose a Sabel . Y cómo haces la cena en un vuelo.... ¡Yo te enseñaré, yo te enseñaré a pasarte las horas en las romerías sacudiéndote, perra!

La pequeña galga negra, que se había parado frente a él y lo había mirado fijamente durante un buen rato, se impacientó y saltó a las rodillas de su amo para recibir la caricia acostumbrada. Pero Godfrey la rechazó sin mirarla y salió de la pieza. La perra lo siguió humildemente y sin rencor, quizá porque no tenía otra cosa en perspectiva.

¿Quién ha de ser? El domador. ¡Ah! ¿Pero eres de aquí? ¿Y no sabes pasar? Si no dices a nadie nada ya te pasaré. Yo también te traeré cerezas. ¿De dónde? Yo donde las hay. ¿Cómo te llamas? Martín, ¿y ? Yo, Linda. Así se llamaba la perra del médico dijo poco galantemente Martín.