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Allí acudo dentro de cinco minutos, pues tengo que hablarte, Amaury. Está bien. Le esperaré, padre mío. Y después de hacer una ligera inclinación de cabeza, salió, dirigiéndose a su cuarto. Lo primero que hizo, así que entró, fue abrir el cajón de la mesa donde había dejado las pistolas, y al ver que estaban intactas, se sonrió, alzando los gatillos.

Ven, ven... Señor Pepe te ha hecho los gatillos... le vi esta mañana en la fragua, machacando, tin, tan... Mauricia, amiga de mi alma, ven y las dos juntas nos contaremos nuestras penas, hablaremos de cuando nos querían nuestros hombres, y de lo que nos decían cuando nos arrullaban, y luego beberemos aguardiente las dos, porque yo también quiero el aguardientito, como , que estás en la gloria, y lo beberé contigo para que se me duerman mis penas, , para que se me emborrachen mis penas».

El herrero se excusaba con voz balbuciente, y por fin hizo juramento de dar los gatillos para el jueves, , para el jueves, con toda seguridad... Había tenido un encargo con muchas prisas... pero en seguida se pondría con los gatillos de la señora, y los tendría, los tendría por encima de la cabeza de Cristo para el día señalado.

Soy Guillermina, doña Guillermina, la rata eclesiástica. Mírame bien, mírame la cara, los pies... las manos, el mantón negro... Estoy loca con este asilo pastelero, y no hago más que pedir, pedir, pedir al Verbo y a la Verba. Sr. Pepe, ¿me hace usted esos gatillos o no?... ¡peinetas se debían volver!». La idea... la pícara idea i

«¿Pero y los gatillos, que es lo que hace más falta? dijo la dama amoscándose . Hombre de Dios, usted se va a condenar por tantos embustes como dice. ¿No me prometió que estarían por ayer? ¿Qué palabras son esas? Vaya, que ni Job tendría paciencia para aguantarle a usted. Están parados los carpinteros de armar, por causa de esa santa pachorra. No me extraña que esté usted tan gordo, Sr.

¡Mira que hago fuego! volvió á repetir el otro con voz aún más sombría. ¡Tira de una vez, hijo de perra!... no eres escocés.... eres.... No pudo seguir. ¡Ya que lo quieres!... Y el gringo apretó los dos gatillos al mismo tiempo. Una nube blanca se extendió ante sus ojos. Al disolverse el humo y extinguirse el doble trueno, vió á Morales tendido á sus pies.