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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Viendo entrar á Ulises, se levantó con los brazos tendidos. ¡Di que no me guardas rencor!... ¡Di que me perdonas!... He sido muy mala contigo esta tarde, lo reconozco. Se había abrazado á él, frotando su boca contra su cuello con un arrullo felino.
Tristemente fue Luis hacia ella para verse agarrado por unos brazos que le apretaron convulsivamente y sentir una boca ardorosa que buscaba la suya, implorando perdón, al mismo tiempo que en una mejilla recibía la tibia caricia de las lágrimas. Di que me perdonas; dilo, Luis, y tal vez no me muera.
Luego apretaba la mano de Fernando con más fuerza, mirándose en sus ojos. Viejito mío, di que me perdonas... ¡Ay, si tú quisieras! ¡si tú quisieras! Otra vez despertó en ella el deseo de la fuga. Hablaba de esto sin recato, como si el hermano no pudiese oírla. Aquel infeliz no existía para ella: lo despreciaba.
¡Qué quieres, hijo! respondió, ruborizándose a su vez . Bien me apetesió...; pero la honrilla..., la negra honrilla..., ¿sabes?... «No vaya a creerse ese tío lila dije para mí que le estoy asechando los pasos.» Pues no te lo perdono. ¿Qué no me lo perdonas? dijo, propinándome un soberano pellizco en el brazo. No repetí, riendo y quejándome al mismo tiempo.
18 ¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad, y que pasas por la rebelión con el remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque es amador de misericordia.
Y como si te conocen, han de quererte como yo te quiero, ¡no me regañes Juan! ¡yo no quisiera que tú conocieses a nadie! ¡Yo te querría mudo, yo te querría ciego: así no me verías más que a mí, que le cerraría el paso a todo el mundo, y estaría siempre ahí, y como dentro de ti, a tus pies donde quisiera estar ahora! ¿Tú me perdonas, Juan?
A veces, y te lo diré a ti solo, sufro tanto que me tiendo en el suelo en mi cuarto, cuando no me ven, como una muerta. Necesito sentir en las sienes mucho tiempo el frío del mármol. Me levanto, como si estuviera por dentro toda despedazada. Me muero de una envidia enorme por todo lo que tú puedas querer y lo que pueda quererte. Yo no sé si eso es malo, Juan: ¿tú me perdonas?
¡Que me calle!... ¡que me calle! ¡Ah!, esposa mía, esposa adorada, ángel de mi salvación... Mesías mío... ¿Verdad que me perdonas?... di que sí. Se levantó de un salto y trató de andar... No podía.
Vamos, álzate y no hagas boberías... Mira que te estás manchando los pantalones... Aunque me manchase el mismísimo cuello de la camisa, no me movería, mientras no me perdones. ¡Qué payaso eres, Ricardo! Muchas gracias. ¿Quieres alzarte, criatura? No, mientras no me perdones. Has de ser formal, Ricardo. Hablaremos de eso con espacio... ¿Me perdonas? Sí, pesado, sí; levántate.
Y sin aguardar la respuesta, con los ojos empañados y casi llorando, se colgó del cuello de su padre. Pero, hija mía le dijo éste, costándole trabajo desprenderse de ella , ¿a qué vienen esos extremos ahora? ¿qué te pasa? Nada, papá, respondió Nieves dominando su emoción ; sino que como nunca me ha ocurrido... venir sola tan tarde, y te habré tenido con cuidado... Me lo perdonas, ¿verdad?
Palabra del Dia
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