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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Pero alzó los hombros con desdén, con una confianza absoluta de que si llegara el caso no iba a hacerle falta. Miró a todos lados a ver si descubría el caballo del Duque y no lo vió. Lo que percibió fué la sombra de un hombre deslizándose al través de los árboles. Corrió hacia ella, mas se desvaneció al instante.

Don Marcelo percibió la fuerte mezcla de perfumes que exhalaban su cabeza, sus bigotes, todo su cuerpo. Varios frascos del tocador de las señoras estaban sobre la chimenea. ¡Qué suciedad la guerra! dijo el alemán . Esta mañana he podido tomar un baño, después de una semana de abstinencia; á media tarde tomaré otro... A propósito, querido señor: estos perfumes son buenos, pero no son elegantes.

Se aproximaba ya la hora del almuerzo y se disponían a levantar el vuelo de aquel delicioso sitio cuando Visita percibió un leve ruido a su espalda. ¿Quién anda ahí? preguntó a Cirilo. Una pobre mujer respondió éste. ¿Qué hace? Me parece que anda recogiendo plantas. En efecto, con una raída navajita aquella mujer iba cortando cardillos y guardándolos en una falda.

No hubo, por consiguiente, más remedio que reñir. Ya sobre el terreno, percibió el Conde toda la serie de imprudencias que había cometido para llegar a aquel término, en el cual no podía retroceder, y del cual todo éxito era malo.

Robledo vió pasar por sus ojos una expresión completamente nueva. Era de miedo: el miedo del animal acosado. Por primera vez percibió en la voz de Elena un acento de verdad. Usted es el único, Manuel, que ve claramente nuestra situación; el único que puede salvarnos... Pero lléveme á también. No tengo fuerzas para quedarme... Primero mendigar en un mundo nuevo.

En los labios sinuosos del paisano se dibujó una sonrisa feroz y se dirigió hacia el sitio que ocupaba. Pero al pasar cerca de la mesa de los literatos percibió a Tristán y exclamó sonriente y espantoso: ¡Adiós, Tristanito! Hace ya una temporadita que no nos hemos visto. ¿Cómo va esa salud? Por Clarita y el chiquitín no le pregunto porque que están buenos. Nanín me lo ha dicho esta tarde.

Su voluntad será paralizada por la mía. Llegó á la casa, entró y observó con satisfacción que el polizonte de por la mañana no estaba en el portal. Subió vivamente y llamó á la puerta del departamento. Nadie respondió; el mismo silencio de abandono. Permaneció escuchando un largo rato y no percibió señal alguna de vida en la casa.

Cuando pasamos por delante de esta casa, la madre y los hijos habían desaparecido. Un poco más allá tropezamos con un hombre que llevaba un saco cargado sobre la espalda, el cual, así que nos percibió, dio la vuelta y echó a andar apresuradamente por una calle lateral, perdiéndose muy pronto de vista. Llegamos, por último, a la vista del patíbulo situado en medio de un extenso campo.

Cada uno de ellos despertó en su pensamiento una perspectiva suavemente rosada como la carne femenil, una nueva visión inconfesable que le volvía de golpe á su pasado. Percibió en el ambiente, con el recuerdo más que con el olfato, un perfume conocido: el perfume de ella. Vió vagamente todo lo que le rodeaba, como si se esfumasen sus contornos.

Argensola percibió cómo se iba formando en su interior un alma simple, entusiasta y crédula, capaz de admitir las cosas más inverosímiles. Esta alma la adivinaba igualmente en todos los que vivían cerca de él. A veces, su antiguo espíritu de crítica parecía encabritarse; pero la duda era rechazada como algo deshonroso.

Palabra del Dia

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