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Actualizado: 11 de mayo de 2025
No habiendo podido salvar los instrumentos náuticos, carecían de medios de determinar el lugar en que se encontraban; pero orientándose con una pequeña brújula que llevaban consigo, estaban seguros de que saldrían del golfo y alcanzarían, más tarde o más temprano, el mar de las Molucas. El día transcurrió sin que sucediera nada extraordinario.
Llegamos a Barranquilla, pequeña ciudad de unas veinte mil almas, a la izquierda del Magdalena y sobre uno de sus brazos o caños, como allí llaman a las bifurcaciones inferiores del gran río.
Y preguntándole al asturiano qué habían de comprar, les respondió que sendos costales pequeños, limpios o nuevos, y cada uno tres espuertas de palma, dos grandes y una pequeña, en las cuales se repartía la carne, pescado y fruta, y en el costal, el pan; y él les guió donde lo vendían, y ellos, del dinero de la galima del francés, lo compraron todo, y dentro de dos horas pudieran estar graduados en el nuevo oficio, según les ensayaban las esportillas y asentaban los costales.
En el carruaje iban dos jóvenes que llevaban trajes iguales de viaje, muy elegantes, pero muy sencillos. Cuando el carruaje se encontró ante la verja del jardín, el cochero detuvo los caballos y dirigiéndose al cura, dijo: Señor cura, estas señoras os buscan. Luego, volviéndose a sus clientas: Ahí tenéis al señor cura de Longueval. El abate Constantín se aproximó y abrió la pequeña puerta.
Al ver el gesto de asombro con que su marido acogía esta demanda, fué perdiendo la sonrisa pueril que dilataba su rostro; pero todavía insistió en emplear su voz de niña para gemir con tono dulzón: ¿Dices que me amas, Federico, y te niegas á darme esa pequeña cantidad?...
Y Coca no podía salir de su sorpresa. ¡Ella era la que inventara aquella piedra de toque de los sentimientos locales, aquel capitán fantástico, aquel pleito interminable!... Llegaba hasta dudar de sí misma. Suponía que no había inventado más que... ¡la verdad! Y la hermana mayor tenía que hacer grandes esfuerzos para tranquilizar a la pequeña.
Una vez solo en la cámara fúnebre, me senté al pie del lecho cuyas cortinas habían sido levantadas, y traté de leer á la claridad de una lámpara que había cerca de mí, en una pequeña mesa.
Su última ocupación fué reunir algas marinas de varias clases, haciendo con ellas una especie de banda ó manto y un adorno para la cabeza, lo que le daba el aspecto de una pequeña sirena. Perla había heredado de su madre la facultad de idear trajes y adornos.
Ello era cosa de reunir para fin de mes una cantidad no pequeña. Si no la tenía, veríase en el mayor y más grave compromiso de su vida, y quizás, o sin quizás, expuesta al vilipendio de ser llevada a los tribunales de justicia.
Chirriaron las carnes bajo el bárbaro cauterio, esparciendo un hedor de sacrificio humano. Para no desmayarse, hizo Ojeda que le envolviesen con sábanas empapadas en vinagre. Una pipa entera se consumió en este remedio; y el caudillo, gracias al espeluznante tormento, sufrido sin una queja, pudo salvarse. La pequeña ciudad, falta de subsistencias, estaba próxima a perecer.
Palabra del Dia
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