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Actualizado: 21 de junio de 2025
Se siente intranquilo en la sala húmeda y sombría; respira penosamente, tiene necesidad de aire y de luz. Pero Gertrudis se encuentra muy bien en aquella atmósfera cargada de vapores, en aquel mediodía misterioso; el sol, filtrándose por las claraboyas, arroja sobre el suelo sus rayos oblicuos, como cintas de oro, donde miriadas de partículas de polvo danzan una zarabanda.
Pero donde no cabe la transformación total, cabe el progreso; y aun cuando supierais que las primicias del suelo penosamente trabajado, no habrían de servirse en vuestra mesa jamás, ello sería, si sois generosos, si sois fuertes, un nuevo estímulo en la intimidad de vuestra conciencia.
El tejedor había conocido el contacto del dinero penosamente ganado, aun antes de que la palma de su mano se hubiera desarrollado por completo. Durante años, el dinero misterioso había sido para él un símbolo de los bienes terrenales y el objeto inmediato del trabajo. Marner parecía estimarlo poco en los días en que cada penique tenía para él su destino; porque ese destino, lo amaba entonces.
Aresti, desde un balcón, veía cuatro masas obscuras de boinas, encuadrando el espacio libre, en el cual dos parejas de toros arrastraban penosamente unas piedras más grandes que las muelas de un molino, bloques enormes que al moverse dejaban detrás de ellos la tierra profundamente aplastada.
Como hombre que había cometido una falta una vez, pero que conservaba su conciencia viva y penosamente sensible, merced al roce constante de una herida que no se había cicatrizado, podía suponérsele más á salvo de pecar de nuevo que si nunca hubiese delinquido.
Dígame que le perdona. Hay veces que si lo atrapara por mi cuenta, al miserable... Intentó un gesto de amenaza, pero no pudo levantar la mano, que se crispó bajo los harapos que la cubrían en parte. Después siguió diciendo con voz vacilante: Otras veces... otras veces... Y parecía buscar penosamente los jirones de su pensamiento fugitivo.
Caminaba descalza, con los zapatos en la mano, balanceándose penosamente, con las piernas abiertas, como si experimentara inmenso dolor al poner las plantas en el suelo. El ermitaño la conocía mucho, y mientras la infeliz, jadeante por la ascensión, y el dolor de sus pies desnudos, se dejaba caer en un banquillo, contaba él su historia en pocas palabras a la señora y a Rafael.
La sombra que le envolvía al pensar esto era una imagen de su existencia. ¡Todo negro! ¿Adónde ir? ¿Qué hacer?... Y como si su propia desgracia no le bastase, el amor había unido a él una infeliz, cuyo único delito era quererle y admirarle; la había colgado de su brazo para que marchase con más dificultad, tropezando a cada paso, tirando penosamente de esta compañera, que al principio era la alegría y se trocaba poco a poco en una cadena que arrastraba tras él, impidiéndole avanzar.
Eppie, a fin de complacerlo, no dejó de darle esta muestra vulgar de atención, lo que dio el desagradable resultado que se vieran acompañados por el asno que los siguió penosamente hasta la puerta de su habitación.
Detrás de la iglesia había un cementerio cercado de pared. Abrió la puerta y se dirigió penosamente á través de las altas hierbas y de las zarzas extendidas, especie de gradas en forma de hemiciclo que ocupaban su extremidad.
Palabra del Dia
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