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Actualizado: 11 de junio de 2025
Y como suele acontecer en casos semejantes, se apretó más el lazo entre ellos; esto es, la confianza y el afecto fueron mayores. Al cabo de poco tiempo consultaba con su penitenta, no sólo los asuntos piadosos, sino también los domésticos; era su consejera espiritual y temporal. La joven devota penetraba todos sus pensamientos, a veces antes de formularse con precisión en su cerebro.
Divididos en dos columnas, marchaba una contra la tropa de cristianos que había salido a su encuentro, mientras la otra, dando un rodeo, penetraba en la población, cautivando doncellas y mancebos, robando las iglesias, matando a los sacerdotes. Los cristianos sentían la incertidumbre de su situación.
¡Oh! sí, mucho... Quizás no había usted nacido todavía. Pero recuerdo el país como si fuese ayer mismo. Veo perfectamente en mi imaginación el camino que lleva a Rosalinda, por el cual daba mi paseo cotidiano. Se penetraba en la hacienda por una calle plantada de fresnos, muy pequeñines entonces. Los fresnos han crecido y dan hoy una magnífica sombra.
La tapada adelantó rápidamente, atravesó la puerta por donde penetraba el reflejo de la luz, y luego Montiño oyó el ruido de dos llaves en dos puertas distintas. Luego la dama se asomó á la segunda puerta, y dijo: Pasad, caballero. Montiño pasó. Y entonces, por la parte de afuera de la puerta, se oyó una voz ronca que dijo: ¿Quién será ese hombre con quien ella se encierra?
Un poco más arriba, en lo que pudiera, sin mucho agravio de la verdad, denominarse llano, y antes de llegar a la ermita, todavía en la penumbra que nos haría invisibles a no muy larga distancia, atracó su rocín al mío; y deteniéndole por las riendas que casi me arrancó de las manos, después de detener el suyo, me dijo apuntando con su diestra ociosa a un altísimo y lejano picacho, en cuya cúspide se estrellaba el primer rayo de sol que penetraba en aquellas montaraces regiones.
Mudos de espanto y ansiedad estábamos todos aquí, atento el oído a los rumores de la calle, cuando sentimos que las puertas caían a golpes, y penetraba aquella soldadesca bestial, diciendo que se les entregasen todos los objetos de valor.
Eran las casillas de su entendimiento tan estrechas y bien ordenadas, que una vez que penetraba una idea en la que le correspondía, quedaba encajada, embutida, e incrustada per in sæcula sæculorum. Me voy dijo María, tirando la pita, de modo que vino a dar ruidosamente contra fray Gabriel, que vuelto de espalda y agachado, ataba su centésimo vigésimo quinto vencejo.
La idea de que algún conocido le viese a aquellas horas caminando a pie, le causaba gran vergüenza, dando por seguro que había de adivinar su intención. El aire era fresco y le penetraba hasta los huesos, aunque rara vez había sentido frío en su vida. Los árboles, como negros fantasmas alineados a lo largo de la carretera, dejaban salir de sus copas blando rumor melancólico.
Mirando atentamente desde el sofá, observó que en la iglesia penetraba una gran muchedumbre que producía sordo y desagradable ruido, hasta que se llenó por completo, y no pudo entrar más gente. Entonces empezó a oír los acordes del órgano que tocaba los valses de la reina de Escocia, lo cual le hizo sospechar que el organista era fray Saturnino, el capellán de San Felipe.
¡Adiós, mi cielo! Adiós, mi señor. Aquellas dos cabezas se unieron, y sonó un doble y tierno beso. Don Juan se rebujó en su capilla, porque hacía frío, y doña Clara cerró la puerta. Don Juan tomó la salida de la galería, guiado por la débil luz del alba que penetraba por una claraboya. Apenas desapareció don Juan, se lanzó en medio de la galería la Dorotea. Siguióla don Juan de Guzmán.
Palabra del Dia
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