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En la última escena de la comedia, en la Plaza Mayor de Valladolid, se ve al Rey con su corte, y un concurso numeroso de espectadores, que se apiñan junto á las barreras. Comienza el combate, y ambos adalides pelean con un valor tan heróico, que el Emperador se interpone entre ellos, y los obliga á separarse, mereciendo ambos la victoria, y por tanto también no ser considerados como culpables.

En cuanto al despojo, el que mas encuentra ese mas lleva, y al retirarse, llevando la presa, aunque maten á sus mejores amigos ó parientes, no vuelven á defenderlos, sino que cada uno procura caminar sin aguardarse unos á los otros, llevando á las indias con ellos para que estas se hagan dueñas de las poblaciones que invaden, y roben lo que pudieren, mientras ellos pelean.

Y Saúl respondió: Estoy muy acongojado; pues los filisteos pelean contra , y Dios se ha apartado de , y no me responde más, ni por mano de profetas, ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares qué tengo de hacer. 16 Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a , habiéndose apartado de ti el SE

El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar, y a todos los que pelearon como él porque la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso, y al último soldado, que es un héroe desconocido. Hasta hermosos de cuerpo se vuelven los hombres que pelean por ver libre a su patria.

Los embajadores de España, de Inglaterra y de Bohemia trabajan en inclinar á los electores en favor de sus respectivos soberanos; los diversos partidos pelean también en las calles, pero la elección recae en Rodolfo de Ausburgo, y por la noche se celebra la coronación del nuevo Emperador con fiestas y funciones alegóricas.

Don Gil cae en tierra bajo la impresión de tan horrible suceso; anonadado, y sintiendo un cambio completo en todo su sér, invoca la misericordia de Dios, y su súplica es oída; pelean entonces en los aires el Demonio y el arcángel San Miguel; éste triunfa, y obliga á su adversario á renunciar á su presa.

Todo Troya está en los muros, el padre mesándose con las dos manos la barba; la madre con los brazos tendidos, llorando y suplicando. Se para Héctor, y le habla a Aquiles antes de pelear, para que no se lleve su cuerpo muerto si lo vence. Aquiles quiere el cuerpo de Héctor, para quemarlo en los funerales de su amigo Patroclo. Pelean.

El señorito de Limioso, resuelto y tranquilo, se aproximó a la ventana, alzó un visillo y miró. La cencerrada proseguía, implacable, frenética, azotando y arañando el aire como una multitud de gatos en celo el tejado donde pelean; súbitamente, de entre el alboroto grotesco se destacó un clamor que en España siempre tiene mucho de trágico: un muera. ¡Muera el Terso!

Para hacer penitencia iríase al monte, donde tiene un gran pazo. Allí guarda cinco mozas, y no iría si está talmente arrepentido. ¡Escuchad la voz de los hijos en la casona! ¡Vanse a matar! ¡Pelean haciendo las participaciones! ¡En la gran Jerusalén, hace cientos de años, oyéronse estas mismas voces, que las daban los judíos, repartiéndose la túnica de Nuestro Señor Jesucristo!

Dáse el grito de alarma, é invaden tumultuosamente los salones del alcázar. Los esclavos del califa son los primeros en caer bajo la punta de los puñales. Se adelantan luego los agresores hasta el mismo Abd-el-rhaman; pelean con él unos instantes, le derriban al pavimento, le cosen á estocadas hasta oirle exhalar su último suspiro.