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Actualizado: 25 de julio de 2025


Me vuelvo loca. Que le cuides, Patros; mira que... PATROS. Ahora le llevaré dos bollitos. ELECTRA. No, no: que eso ensucia el estómago... Le llevarás una sopita... PATROS. ¿Y cómo llevo eso? ELECTRA. Es verdad. ¡Ah! Pides para una taza de leche. PATROS. Eso. Y se la doy en cuanto despierte.

¿Es usted de Guadalajara o su provincia? , señora. ¿Tiene usted una sobrina llamada Doña Patros? No, señora. ¿Dice usted la misa en San Sebastián? No, señora: la digo en San Andrés. ¿Y tampoco es cierto que hace días le regalaron a usted un conejo de campo?... Podría ser... ja, ja... pero no recuerdo... Sea como fuere, Sr. D. Romualdo, usted me asegura que no conoce a mi Benina.

BALBINA. El niño chiquitín. EVARISTA. ¡Pero, hija...! PANTOJA. ¡Niña, niña! BALBINA. Estaba en su casa dormidito. Entraron de puntillas la señorita y esa loca de Patros... cargaron con él, y acá nos le han traído. EVARISTA. Es absurdo. Además, poco decente. Tía, ¡le quiero tanto...! ¡y él a ! MARQU

Lloraba echándome los brazos... yo le prometí volver. Señorita, señorita... ELECTRA. Entra. ELECTRA. Estamos solas. PATROS. No hay ocasión como ésta, señorita. Ahora o nunca. ELECTRA. ¿Vienes de allá? PATROS. De allá vengo... Muchos señores que dicen números... millones y cuatrollones... Adentro, nadie. PATROS. Fuera miedo. ELECTRA. ¡Virgen del Carmen, protégeme! PATROS. Podría ser.

PANTOJA. Sacrílego, ofendes a Dios con tus palabras. MÁXIMO. Más le ofende usted con sus hechos. PANTOJA. Basta. No he de disputar contigo... Nada más tengo que decirte. MÁXIMO. ¿Nada más? ¡Si falta todo! Vamos. Los mismos, EVARISTA; tras ella la SUPERIORA y dos HERMANAS de La Penitencia; después PATROS. EVARISTA. ¿Qué ocurre, Máximo...? He sentido tu voz, airada.

Pues el milagro es una verdad, hija, y ya puedes comprender que nos lo ha hecho tu Don Romualdo, ese bendito, ese arcángel, que en su modestia no quiere confesar los beneficios que y yo le debemos... y niega sus méritos y virtudes... y dice que no tiene por sobrina a Doña Patros... y que no le han propuesto para Obispo... Pero es él, es él, porque no puede haber otro, no, no puede haberlo, que realice estas maravillas».

En mi carta de las ocho y quince le decía cosas muy serias; en la de las nueve y veinticinco le decía que no se descuide en dar a Lolín la cucharadita de jarabe cada dos horas, y en ésta que ahora llevas le advierto que mi tía está en misa, que aún tardará en venir. Tienen que hablar... naturalmente... PATROS. Ya... Hasta las once no volverá de misa la señora...

Me parece que repuso la mendiga, sintiendo de nuevo una gran confusión o vértigo en su cabeza. Alto, bien plantado, hábitos de paño fino, ni viejo ni joven. ¿Y dice que se llama D. Romualdo? D. Romualdo, señora. ¿Será... por casualidad, uno que tiene una sobrinita nombrada Doña Patros? No cómo la llaman; pero sobrina tiene... y guapa. Pues verá usted mi perra suerte.

Ya me ha dicho éste que preparamos una operación extensa. Toma. EVARISTA. No me asombraré de verle a usted entrar con otra carga de dinero... Dios lo manda. Al ver a su tía, vacila, no se atreve a pasar. Arráncase al fin, tratando de escabullirse. ELECTRA. En el cuarto de la plancha. Fui a que Patros me planchara un peto... EVARISTA. ¡Y te estás con esa calma! ELECTRA. Una carta.

CUESTA. Que lleven esta carta al correo. PATROS. Ahora mismo. Mujercita juguetona, ven aquí. ¡Qué dicha tan grande verte! ELECTRA. ¿Me quiere usted mucho, Don Leonardo? ¡Si viera usted cuánto me gusta que me quieran!

Palabra del Dia

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