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Actualizado: 28 de junio de 2025
Acudió él en mangas de camisa, besó a su padre, que esperaba apoyado en el borde de la cama y, levantándole vigorosamente, le acomodó en la butaca: entre él y Leocadia le empujaron luego hasta el comedor, y le sirvieron el chocolate con buñuelos, que todos los domingos tempranito llevaba Pateta de casa de su protector. Cuando Pepe fue a concluir de vestirse, preguntó a su hermana: ¿Y mamá?
No gasta más que en tabaco y algún realejo que me da pá mí. Vaya, adiós; vete, no sea que nos vean añadió Paz, alargándole en la mano una monedita de dos duros. Pateta, sin desasirse de la verja, repuso sonriendo, y con entonación muy achulada: ¡Quiá! ¡No seas niño, toma! ¡Quiá, no, señorita!; ¡si yo hago lo que hago por el señor Pepe; pero a mí no me da Vd. ni eso, ni tan siquiera un chavo!
Al cuarto de hora vio al muchacho que venía aproximándose disimuladamente a la verja, dando puntapiés a un bote de hoja de lata que encontró allí cerca: entonces ella se ocultó tras uno de los pilares de mampostería que había en los ángulos del invernáculo y, cuando el chico se acercó a meter la mano por entre los barrotes de la verja, salió de su escondite, diciendo: Oye, Pateta.
El viejo lloraba como un niño; Pepe, abrazado a él, con la boca pegada a su oído, le decía en voz baja prodigios de cariño; doña Manuela salió del comedor siguiendo a Tirso, y Leocadia empezó a recoger del suelo el mapa y las banderitas, mientras Pateta, que estaba en un rincón aterrado ante el conflicto que había promovido, se despidió de repente y salió rencoroso contra sí mismo.
Mi hermana, que, entre paréntesis, se zampó esta tarde media gallina, lo que quiere es un landó de cinco luces... ¡Atiza! Yo he aconsejado a Obdulia indicó Frasquito con gravedad , que no tenga cocheras, que se entienda con un alquilador. Claro... Pero no dará pa tanto el cortijo de pateta. ¡Landó de cinco luces! Y que tiren de él las burras de leche del señó Jacinto».
Yo también te tengo hijo, pues, con general Andéchaga, valiente. ¡Dios proteja todos! Indicoles en seguida de nuevo la dirección que habían de tomar, y ellos, según el consejo recibido, anduvieron un buen trecho por la carretera, y luego, al llegar a una bifurcación, torciendo hacia la izquierda, se internaron por un camino vecinal. Por aquí debe de ser, Pateta decía el más joven.
No subo porque tengo que volver a los carros de pateta. ¿Qué dices, granuja? Que no va el carro grande por menos de cuarenta reales, y como me mandaste que no pasase de treinta... Tendré yo que verlo. Estos hombres no sirven mas que de estorbo, ¿verdad, Nina? Verdad. ¿Y qué es? ¿Se muda la señora?
Este pequeño servicio que Pepe prestó a Pateta, se lo pagó él con creces.
Di la vuelta por la curva, pensando lo que acababa de ver en Buenavista, la cinta negra enroscada en el edificio... Figueras salió por la escalerilla del reloj, y me dijo: «Usted qué cree, ¿habrá trifulca esta noche?». Y le respondí: «Váyase usted tranquilo, maestro, que no habrá nada...». «Me parece dijo con socarronería que esto se lo lleva Pateta». Yo me reí.
Los compañeros le llamaron primero el Tiznao, porque era muy moreno, como un beduino desteñido a fuerza de lavaduras: por fin le apodaron Pateta, y con este alias se quedó. A Millán, conocedor de los antecedentes de Pateta, le había caído en gracia el muchacho: Pepe simpatizó mucho con él por un solo detalle.
Palabra del Dia
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