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Actualizado: 28 de julio de 2025


En la atmósfera flotaban los últimos resplandores del sol ya puesto, y la árida campiña aparecía envuelta en una claridad medrosa, mientras al lado opuesto se iba extendiendo una ancha faja oscura, que se dilataba lentamente por el cielo. El traje de Paz formaba una mancha clara cortada por los hierros de la verja: Pateta se comía con los ojos a la señorita, sin adivinar lo que querría decirle.

Fuera de eso continuó Pateta siempre ha estado de buen humor: hasta cuando tuvo que dejar la carrera, que a poco entró en la imprenta... y como si : él, en trabajando, ya está contento. No sabe Vd. la vida que yeva: él aquí con su papá de Vd., él en la imprenta, él en el destino que ice Vd. que le quién quitar. Es una fiera el trabajo, y cuanto gana, a su casita.

Guárdese Vd. esta carta no la vean. No hay nadie. Pateta, gorra en mano, arrimando el rostro a los hierros, como mono enjaulado, prestó atención. Lo apartado del sitio y lo desapacible de la tarde, hacían que reinara en torno del hôtel completa soledad.

Estaba ya fuera de ; la ira, contrayendo sus facciones angulosas, dio a su rostro dureza extraordinaria, y los ojos se le inyectaron en sangre. Nunca le habían visto tan furioso. ¿Vais a reñir por política? gritó doña Manuela. Pateta estaba arrepentido.

Pateta miraba por uno de estos ventanucos, ocultándose tras unas ristras de mazorcas que colgaban de la techumbre, y por otro su compañero, que resguardaba el cuerpo con un haz de leña menuda. Venían hacia aquí, ¿verdad? ¡Claro! Lo malo será si se detienen y se alojan.

Ni las piedras. Jamás faltó al secreto. Cuando Pepe pasaba dos o tres días sin ver a Paz la escribía, y Pateta, a la hora de salir del trabajo, emprendía el camino del hôtel, donde ella, prevenida por la impaciencia, le aguardaba tras la vidriera del balcón de su cuarto.

Respecto a lo de tu hermano, nada puedo decirte, porque las cuatro palabras que arranqué a Pateta no bastan para formar idea de tu situación, aunque por experiencia que esas gentes demasiado devotas hacen desgraciado a cualquiera.

La estufa del jardín tenía inmediato a la verja un horno pequeño hecho de ladrillos y recubierto de baldosas, que servía para entibiar la atmósfera en que crecían las flores: Pateta se acercaba allí, espiando el momento en que ningún criado pudiera verle, y metiendo el brazo por entre los barrotes de la verja, depositaba la carta bajo una de aquellas baldosas mal afirmadas.

Al caer la tarde se le presentó Pateta en la imprenta a pedirle perdón, creyendo ser el causante de todo. No tengo nada que perdonarte: no has tenido mala intención: así, o de otro modo, ello tenía que suceder.

Lo que más cautivó el corazón de Engracia, fue la dulzura con que Millán trató a su chico. Acaso el tierno afecto de la madre no fue sino el premio espontáneo de las caricias que el niño recibía. De todo esto no tuvo Pepe conocimiento hasta mucho tiempo después, y Pateta tampoco lo sabía cuando habló con Paz: de suerte que ésta lo ignoró por completo.

Palabra del Dia

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