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Actualizado: 27 de junio de 2025
17 Y según que se alzaba la nube del tabernáculo, los hijos de Israel partían; y en el lugar donde la nube paraba, allí acampaban los hijos de Israel. 18 Al dicho del SE
Feli, sin darse cuenta, habíase deslizado de su asiento, acabando por acomodarse en las rodillas de Maltrana. Le ofrecía entre sus labios un dulce; lo partían con largo y meloso beso, y el joven, después de esta caricia, hablaba gravemente de su porvenir.
En cuanto los chicos le divisaron corrieron a rodearle como un bando de gorriones alborotadores. Don Germán se sentó a descansar en uno de los bancos de piedra, charlando, riendo con ellos. Sus carcajadas llegaban alegres, sonoras, como en otro tiempo a los oídos de Elena, pero ahora sin saber por qué ¡ay! le partían el corazón.
Todos los pueblos vivían entonces en paz, y era preciso aumentar la producción del suelo para que una humanidad exuberante en demasía no se quedase sin comer. Llegaban vapores y veleros á los puertos del Pacífico cargados de carbón, y partían semanas después llevando sus bodegas repletas de salitre.
Pero excuso decir que nunca faltaban á mi lado un par de centinelas. Una tarde, á eso de las seis, los ladrones que habían salido de servicio aquel día á las órdenes del segundo de Parrón, regresaron al campamento, llevando consigo, maniatado como pintan á nuestro Padre Jesús Nazareno, á un pobre segador de cuarenta á cincuenta años, cuyas lamentaciones partían el alma. ¡Dadme mis veinte duros!
Ni por casualidad se dio el caso de que alguna de sus hijas le apoyase. Tratándose de asuntos ajenos a la dirección rentística de la casa, muchas veces se partían las opiniones; algunas hijas se ponían de parte de papá contra sus hermanas. Mas en cuanto asomaba el problema económico, constantemente se veía al Jubilado de un lado y a las cuatro hijas de otro.
Ultimamente se había consagrado con ardor al estudio de las ciencias naturales, de donde partían los tiros más certeros contra la metafísica idealista a que él había consagrado su vida. Al tropezarse casualmente con un joven tan entendido en ellas como Raimundo, sintió un verdadero placer. Aquella sociedad le aburría espantosamente.
Mis bienhechores eran pobres; me miraban como hijo suyo... partían su pan conmigo... Yo oraba á Dios por el descanso de mis padres muertos, y por la paz, por la felicidad de mis padres de adopción; murieron también el uno tras el otro; mis hermanas adoptivas se habían casado; mis hermanos habían ido por el mundo á buscar fortuna; quedé otra vez solo; pero con el corazón completamente lleno por el dolor, por el dolor completo que ningún lugar ha dejado por herir, desde el amor propio hasta el amor de la familia, hasta ese otro amor que emana de la mujer.
Desalentada con estas dificultades, separose Benina de su amigo, por la prisa que tenía de reunir algunas perras con que completar lo que para las obligaciones de aquel día necesitaba, y no pudiendo esperar ya cosa alguna del crédito, se puso a pedir en la esquina de la calle de San Millán, junto a la puerta del café de los Naranjeros, importunando a los transeúntes con el relato de sus desdichas: que acababa de salir del hospital, que su marido se había caído de un andamio, que no había comido en tres semanas, y otras cosas que partían los corazones.
Yo le compraré a él muchas velas afirmó Jacinta . ¿Verdad, hijo, que tú quieres velas? Lo que él quería principalmente era que le llenaran la barriga, porque volvió a dar aquellos bostezos que partían el alma. «A comer, a comer» dijo Benigna, convocando a toda la tropa menuda. Y los llevó por delante como un hato de pavos.
Palabra del Dia
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