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Actualizado: 27 de junio de 2025
La muchedumbre, oprimida contra las verjas, saludaba á los que partían, acompañándolos con los ojos mientras atravesaban el gran patio. Eran anunciadas á gritos las últimas ediciones de los periódicos. La masa obscura se moteaba de blanco, leyendo con avidez las hojas impresas. Una buena noticia: «¡Viva Francia!...» Un despacho confuso que hacía presentir un descalabro: «No importa.
Yo expliqué las causas de mi renuncia, procurando convencerlo de que ella era completamente extraña al reciente desastre comercial; pero don Eleazar, conmovido, a pesar del apetito con que devoraba sus viandas, se daba maña para lamentarse con palabras que partían el corazón.
Lo que más le ha consolado ha sido el ver que yo lloraba también, y que mis hijos, al verme llorar a mí, lloraban igualmente. Aquel padre ha sido llorado por quien ni de nombre le conocía, mientras su hija balbuceaba algunas palabras que partían el corazón. ¡Pobre hija!
A cada palabra que pronunciaba, el universo se conmovía, las estrellas se cubrían de mortal palidez, la luna temblaba en el cielo, como tiembla su imagen entre las olas del Océano, y la Princesa y sus amigas tenían que cerrar los ojos y que taparse los oídos para no ver los espectros que se mostraban, y para no oír las voces portentosas, terribles o dolientes, que partían de las entrañas mismas de la conturbada naturaleza.
De allí partían las palabras infames contra los picadores que al aproximarse al toro pensaban en la mujer y en los hijos. Esta mitad de la plaza no tenía la regularidad monótona del tendido de sombra. Era un mosaico animado, en el que entraban todos los colores y que al agitarse variaba de composición.
Los gritos partían del piso inferior, cuyo vestíbulo iluminaban vivamente algunas antorchas clavadas en los trofeos que adornaban sus paredes. Frente á una de las tres puertas que daban al vestíbulo veíanse los ensangrentados cadáveres del senescal y de su esposa, ésta con la cabeza separada del tronco y aquél atravesado el cuerpo por una pica.
Todo asalto practicado con escalas extrañas produciría ruidos que alarmarían a los moradores y les harían ponerse en defensa. El Capitán, que había visto ya varias de aquellas casas, dió una vuelta alrededor de los horcones que la sostenían, y encontró dos pértigas que llegaban hasta la primera plataforma, desde la cual advirtió que partían otras dos hasta la casa.
Escaseaban los jornaleros y menestrales, porque de los barrios bajos partían diariamente muchos hombres a engrosar las partidas de Toledo y la Mancha; y a pesar de los brutales bandos del General francés, ni faltaban armas en las casas, ni los fugitivos partían con las manos vacías.
En ambos peñascos, el amor llegó al sacrificio; en ambos se confundieron en un postrer suspiro dos almas, con la única diferencia de que en el primero las causas eran originarias de la diversidad de clases y en la segunda partían del fanatismo y superstición mora. Al Pico de los amantes condujo la desesperación á un plebeyo y á la hija de un chamorri.
Los primeros esquifes de pesca partían las aguas con ondulaciones de color anaranjado; sonaban a lo lejos, veladas por la húmeda brisa mañanera, las campanas de la catedral; comenzaban a rechinar las grúas en la orilla donde el lago deja de serlo, encauzándose para convertirse en el Rhin; los pasos de los criados y los frotes de la limpieza despertaban en el hotel los ecos del claustro monacal.
Palabra del Dia
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