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Actualizado: 23 de julio de 2025
Había una cómoda con un San Antonio de madera encima y dos candeleros de plata a los lados, que parecía exactamente un altar. Para que la semejanza fuese más completa, había también su pila de agua bendita. En aquel tabernáculo no podía alojar un hombre como los demás, sino un alma pura y virginal, una blanca paloma, un cordero místico, un San Luis Gonzaga o una Santa Catalina de Sena.
14 Como la grulla, y como la golondrina me quejaba; gemía como la paloma; alzaba en lo alto mis ojos: Señor, violencia padezco; confórtame. 15 ¿Qué diré? El que me lo dijo, él mismo lo hizo. Andaré temblando con amargura de mi alma todos los años de mi vida. 18 Porque el sepulcro no te confesará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden en el hoyo esperarán tu verdad.
No sé lo que me pasa; estoy como inspirado... tengo más espíritu, créetelo... te quiero más, cielito, paloma, y te voy a hacer un altar de oro para adorarte». «¡Jesús, qué fino está el tiempo! exclamó la esposa que ya no podía ocultar su disgusto . ¿Por qué no te acuestas?».
¡Oh, llave misteriosa; oh, paloma azul; oh, mariposa de Cachemira!... Señor, no fué Cachemira, fué cachetina, y cachetina endiablada la que se dieron. El uno debía y dijo nones, y el otro quiso su dinero y decía quiero: fuerza era que se sacudiesen.
21 Y aconteció que, cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, 22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y fue hecha una voz del cielo que decía: TU eres mi Hijo amado, en ti es mi placer. 23 Y el mismo Jesús comenzaba a ser como de treinta años, hijo de José, como se creía; que fue hijo de Elí,
De trecho en trecho había estaciones ó palomares, á cada uno de los cuales llegaba con cada carta una paloma que á él pertenecía: los empleados allí confiaban la misma carta á otra paloma, que la llevaba hasta la próxima estación, y así sucesivamente llegaba la carta á su destino. De esta manera, sin duda, el califa recibía nuevas de cuanto iba ocurriendo en sus extensos dominios.
Sólo había quedado un aparato volador, algo antiguo, para los servicios extraordinarios, y su tripulación estaba compuesta de señoras maduras, movilizadas por la guerra, que habían permanecido largos años sin ejercer sus habilidades de guerreras del aire. La máquina, que tenía la forma de una paloma, no osó aproximarse mucho al Hombre-Montaña.
Nada de eso; no exagero exclamó Francisca. Quiero casarme y me casaré añadió con un fruncimiento de cejas que envejeció de un modo extraño su cara, de ordinario tan animada. ¿Y tú, Paulina? pregunté para evitar otra declaración de principios de Francisca. Yo dijo Paulina ligeramente sorprendida por la pregunta, haré lo que quiera mamá. ¡Dios mío! qué paloma... murmuró Francisca con despecho.
El gavilán y la paloma eran nada menos que Indra y Agni, poderosísimos dioses, que habían querido demostrar y habían demostrado la inmensa piedad del rey y tal vez lo inútil e inconducente de su sacrificio, ya que por ley natural e ineludible en este bajo mundo nos devoramos unos a otros, y la muerte en unos es en otros principio y causa de vida.
¡Más lástima que aquella paloma blanca caiga entre las uñas del zote que tiene á su lado! replicó Plutón devorando con los ojos á la hermosa Demetria y remachando sus palabras con otra blasfemia. Joyana y Plutón, así llamados el primero por el pueblo en que nació, el segundo por mote que le puso un ingeniero, eran dos mineros hábiles que había traído consigo el director.
Palabra del Dia
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