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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Sobre sus brazos, como una paloma blanca yerta de frío, trasladó al pobre Pascualet á la caja, á aquel altar levantado en medio de la barraca, ante el cual iba á pasar toda la huerta atraída por la curiosidad. Aún no estaba todo; faltaba lo mejor: la guirnalda, un bonete de flores blancas con colgantes que pendían sobre las orejas; un adorno de salvaje, igual á los de los indios de teatro.

¡Paloma mía! En la chimenea de la casa lujosa sólo quedaban cenizas; la llama de la lámpara palideció ofuscada por la luz del día, que comenzó a juguetear con las cosas, arrancando reflejos al oro de los marcos, a los cristales de los espejos, a los nácares de los mueblecillos maqueados y a los flecos de seda.

Don Quijote que enloquece acariciando una ilusión. ¡Corazón, fiel corazón. del gran Rey Alfonso Trece! .................................................. Y ha vivido la paloma de plumaje alabastrino en el fondo de ese pecho que es más fuerte que el destino. Ha cesado la matanza, han callado los cañones, y la voz de las naciones la reclama una vez más con promesas de bonanza. La paloma no se mueve.

Yo siempre he creído a mi primo tan inofensivo como una paloma; pero los que le rodean no lo son. Como la mariposa es impulsada al fuego por un secreto anhelo de quemarse, mi primo Primitivo es arrastrado a los clubs por un desdichado prurito de bullanga que puede en él más que la razón, si es que razón hay dentro de aquella cabeza.

«¡Oh quimerilla!..., ya estás aquí... Pues mira, te esperaba hoy. Anoche supe que cerró el ojo Tomás... No te aflijas, paloma. Más vale así... ¿Qué vas a sacar de esos sentimientos? Siéntate... Espera que quite estos botijos... Si Tomás ya no vivía ¡el pobre!

Juanita fue, pues, mirada, si no como paloma sin mancilla, como Magdalena arrepentida y penitente, no de la culpa, sino del conato. Transcurrió más de un año antes que Juanita, a fuerza de ingenio y de fatigas, lograse resultado tan brillante. La rígida doña Inés era la más difícil de ablandar. No quería creer en la virtud de la muchacha, y sospechaba que era todo hipocresía.

Ya el Sultán se abrasa perdidamente en el fuego mío; cuando al huir nos mire pasar por ante sus ojos y todo su poder no alcance a estorbarlo, su propio cuello se lo morderá de rabia, y para que no calme este leve sinsabor, todas las siestas le recordará su burla y nuestro amor la paloma azul, que vendrá a arrullar sobre su ventana.

Pero el ya acostumbrado a ganar los primeros premios disparó su flecha; y, como si mandara lo que había de hacer, y ella tuviera entendimiento para obedecerle, así lo hizo, pues, dividiendo el aire con un rasgado y tendido silbo, llegó a la paloma y le pasó el corazón de parte a parte, quitándole a un mismo punto el vuelo y la vida.

Y después de limpiar el sudor frío y viscoso de la cara de la enferma, ofreciole la alcazarra de agua. ¡Bebe, hija de mis entrañas! ¡Mi blanca paloma!... Y la mísera paloma, herida de muerte, después de beber, asomaba su lengua entre los labios violáceos, cual si quisiera prolongar la sensación de frescura: una lengua seca, de rojo tostado, como una lonja de carne asada.

De paso no más veremos el palacio donde está todo lo de pelear: el globo que va por el aire a ver por donde viene el enemigo: las palomas que saben volar con el recado tan arriba que no las alcanzan las balas: ¡y alguna les suele alcanzar, y la paloma blanca cae llena de sangre en la tierra!

Palabra del Dia

reclinándose

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