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Actualizado: 18 de mayo de 2025
El joven manifestó que no había necesidad; que pasaba por todo lo que ella dijese; que ya lo vería... Sin embargo, la señora insistió y tomando una palmatoria los guió al otro extremo de la casa. Esta es la sala... Grande, ¿no es verdad? Dos balcones... La alcoba. Caben muy bien dos camas... cuanto más una añadió mirando a su hija, que se hizo la distraída cerrando un balcón.
»Te aseguro que penetré en su alcoba con este propósito tremendo. Ríete ahora. Es muy cómico, es jocoso lo que te voy a decir. Yo no uso armas, no tengo más que una gumía que me trajo de presente un oficial amigo, que fué de los que entraron en Tetuán. Con dicha gumía quería yo matarla. La llevaba yo desnuda en la mano derecha; en la mano izquierda llevaba la palmatoria.
El miedo no raciocina nunca, y el que sintió el tío Frasquito impidióle comprender que la borlita del gorro se había inflamado en la palmatoria al inclinarse para recoger en el suelo el malhadado libro... Perdió, pues, del todo la cabeza el pobre viejo, lanzóse al timbre eléctrico, corrió luego a la puerta pidiendo socorro, y aporreando después la de Jacobo, gritó de nuevo: Au secours!... Au secours!...
Si el interés político de las tertulias corderiles estaba en estas noticias, su amenidad dependía de las gracias y atrevimientos de Juanito Jacobo, que con su media lengua decía más que si la tuviera toda entera, y ya recitara fábulas o romances, ya se despachara a su gusto con frasecillas y observaciones de su propia cosecha, hacía morir de risa a toda la familia, menos cuando le daba por enojarse, hacer pucheros y tirar a la cabeza de su hermano un zapato, libro, palmatoria, tintero o cualquier otro proyectil mortífero.
Sentábame el maestro junto a sí, ganaba la palmatoria los más días por venir antes y íbame el postrero por hacer algunos recados a la señora, que así llamábamos la mujer del maestro. Teníalos a todos con semejantes caricias obligados; favorecíanme demasiado, y con esto creció la envidia en los demás niños.
Cuando volví a la travesía de la Concepción, las ventanas de mi cuarto estaban cerradas, y la vela expiraba con resplandores lívidos, en su palmatoria de latón.
Una gran ventana, que daba a un jardincillo interior, estaba abierta por el calor, y si bien sus hierros eran como la trama de un tejido de rosas-enredaderas y jazmines, todavía por entre la verdura y las flores se abrían camino los claros rayos de la luna, penetraban en la estancia y querían luchar con la luz de la lámpara y de la palmatoria.
Esperen un momento vuesas mercedes. ¿Qué hora es? dijo Dorotea. Acaban de dar las doce en Santo Tomás. Pronto, Nicolasa, pronto, que estos señores esperan. Acudió una manchegota casi cuadrada, con una llave y una vela de sebo puesta en una palmatoria de barro cocido. Abrió la puerta, entró y puso la palmatoria sobre una mesa. Dos sillas, Nicolasa dijo aquel hombre.
En un extremo de la galería de cristales había una puerta; la empujó suavemente y entró en la casa-habitación de sus pájaros que dormían el sueño de los justos. Con la mano que llevaba libre hizo una pantalla para la luz de la palmatoria, y de puntillas se acercó a la canariera. No había novedad.
Las columnas lustrosas, talladas con mil suertes de primores, la roja colcha de damasco, las sábanas de singular blancura, las guarniciones de las almohadas, el reloj y la palmatoria que yacen sobre la mesa de noche, los cabellos dorados del joven y las paredes enjalbegadas, todo brilla, todo arde, todo lanza vivos destellos.
Palabra del Dia
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