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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


Yo : habrá alguna exageración, pero la paliza debe de haber sido buena. Otra vez me tocará a alegrarme. Has podido regocijarte hace poco con el fusilamiento de los carabineros. ¡Hasta chicos de diez y seis años! Cosas de la guerra. No. Salvajadas del fanatismo. A eso dan lugar los enemigos de la fe, los que escarnecen la religión. ¡Ya salió a plaza la religión de nuestros mayores!

A la vara se le llamaba el gobierno de una casa; pero a la mujer briosa, como lo es la cordobesa, más le duele cuando la desdeñan que cuando le pegan: más la quebranta un desaire que una paliza. De todos modos, la mujer cordobesa, como las demás españolas, conserva siempre un manantial purísimo de consuelo para sus sinsabores y disgustos: este manantial es la religión cristiana.

Está aturdido; la visita le ha dejado insensible. Hay en su cuerpo algo del efecto de una paliza; pero está fortificado interiormente. Isidora aguarda ansiosa. Está pálida y ha llorado un poco, porque no puede apartar del pensamiento que su hijo y su padrino no tienen qué comer aquella tarde. «¡Cuánto has tardado! Es pesadito ese señor. En fin, amigo, yo siento molestarte.

La chula les clavó una mirada inquisitorial, agresiva, sin hacer la más leve inclinación de cabeza. ¿Pero se ha casado ese hombre? preguntó Presentación. No lo contestó Miguel riendo. Dicen que . Al fin ha encontrado lo que tanto apetecía: una mujer enérgica. Creo que le da cada pie de paliza que lo deja verde. ¡Qué horror! exclamó la joven estupefacta. ¡Parece mentira! ¿Mentira?

Nadie prestaba atención a estos gritos: era lo de todos los días. La que vagaba por Madrid, sin traer nada, tenía por segura la paliza. Era una exigencia de las buenas costumbres, una tradición venerable: todas ellas habían visto lo mismo en la casa paterna. Cerrada ya la noche, Pepe el cobrador iba de tabuco en tabuco con su talonario.

La autoridad tuvo que intervenir muchas veces para aconsejar prudencia y tolerancia á ciertas amazonas, que, acordándose de los malos tratos sufridos en otros tiempos, daban todas las noches una paliza á sus maridos. Todavía quedan entre nosotras espíritus conservadores y tradicionalistas que guardan un odio implacable al antiguo tirano.

Constantemente repetía un latinajo que, si no recuerdo mal, era similia similibus curantur, lo que yo, en verdad, no qué quiere decir; pero cuando algún marinero se quejaba al capitán de una paliza, él le aconsejaba que le diera otra; si se quejaba de falta de dinero, que le quitase el sueldo. Siempre con el sistema del Hombre del Gallo. A aquel pajarraco de mal agüero todo el mundo le odiaba.

En la fábrica comenzaron las bromas por parte de sus enemigas, que le preguntaban irónicamente cuándo se casaba, y la llamaban de apodo «la Pastora», por tener amores con el nieto del tío Tomba. Temblaba de inquietud la pobre Roseta. ¡Qué paliza iba á ganarse! Cualquier día llegaba la noticia á su padre.

Los dolores de sus huesos vinieron a revelárselo, y agarrándose a Fritz, trató de levantarse, murmurando: ¡Polaina!... Si parece que me han dado una paliza... Comenzó a andar, sin embargo, sin sentir grave molestia, con el sombrero en la mano, cubierto de polvo, arrastrando por detrás el waterproof, que llevaba terciado al hombro izquierdo.

Los dañadores del barrio, infelices que trabajaban durante el verano en los tejares y sólo a impulsos del hambre invernal se decidían a ir de caza, admiraban al Mosco. Este no iba, como ellos, sin un arma en la faja, resignados de antemano a recibir un escopetazo o una paliza, a que los llevasen a la cárcel de El Escorial, y de allí a presidio, sin oponer la más leve resistencia.

Palabra del Dia

machacado

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