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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Deseó luego las buenas noches a su hermana para cortar toda réplica, diose vuelta hacia el lado de la pared, y quedó pronto dormida como un pajarito. Entretanto, escuchando su fácil y rítmica respiración, Laura se revolvía insomne entre las sábanas. Agitábanla pensamientos tan vagos y tristes, que no acertaba ni hubiera querido confesárselos a misma...

Don Mariano nunca dejaba de exclamar con su habitual y bondadosa sonrisa: «¡Ya canta el pajarito!» Y todos sonreían también llenos de complacencia; porque en la casa todo el mundo quería y admiraba a la niña.

Mira que con el Padre Paulí no valen engaños: que hasta llega un pajarito que me cuenta todo lo que hacen las niñas embusteras, y que yo cuándo me dicen la verdad y cuándo me mienten. Pepita comenzaba á sentirse intranquila ante la sonrisa interrogante y maliciosa del confesor. Aquel hombre lo adivinaba todo, según afirmaba su madre. Con él de nada servían los tapujos.

Graznó una rana, y dijo el mandarincito: «¡Oh, qué hermosa canción, que suena como las campanillas!» «Es una rana que grazna», dijo la cocinerita. Y entonces rompió a cantar de veras el ruiseñor. ¡Ese, ése es! dijo la cocinerita, y les enseñó un pajarito, que cantaba en una rama. ¡Ese! dijo el mandarín mayor: nunca creí que fuera una persona tan diminuta y sencilla: ¡nunca lo creí!

Una noche, en el momento en que el rezo iba á principiar, Clara tenía abierto el costurero, y fingiendo arreglar dentro de él alguna cosa, se ocupaba en abrirle la boca al pajarito y meterle á la fuerza unas migajas de pan que había guardado en el bolsillo, cuando de repente alzó el vuelo el animal, revoloteó por la habitación con el hilo atado en la pata, y fué á pararse ¿dónde creeréis? en la misma cabeza de doña Angustias, que al verse profanada de aquel modo, tomó tal cólera, que el asma le ahogó la voz y estuvo gesticulando en silencio diez minutos, roja como un tomate.

Estaba el cielo muy limpio y despejado; ni una nube en esa región; y yo me decía: ¡quién fuera pajarito para volar hacia allá, y volar, y volar en busca de Rorró, de mi Rorró!

Dicen que no trabajaba bien cuando no había visto por la mañana a «la hijita». El no le decía «Nené», sino «la hijita». Cuando su papá venía del trabajo, siempre salía ella a recibirlo con los brazos abiertos, como un pajarito que abre las alas para volar; y su papá la alzaba del suelo, como quien coge de un rosal una rosa.

No tengo yo la culpa. Usted despertó mi curiosidad. No fué pajarito, que fué pajarita. ¿Dice usted que azul? Pues azul; no se equivoca usted. Azul y oro... porque es rubia y estaba vestida de color de cielo. ¿Qué dijo? Aunque la joven inclinaba la cabeza sobre el plato, pude observar que se había puesto pálida, sumamente pálida. Velaba su rostro una sombra de repentina tristeza.

Un pajarito que juguetea entre las matas viene á apoyarse en la enredadera, junto á la mano de la dama, y como al ver la yema del dedo gordo crea que es una cereza, la pica. La joven da un grito, y en el mismo momento el pajarillo se salva asustado, remonta el vuelo, y va á posarse en la buhardilla de enfrente. La dama alza la vista siguiendo al diminuto volátil, y ve... ¿á quién creeréis que ve?

Oyéronse pasos como de estatua colosal que anda, y entró la mocetona color de tierra, muy oronda con su vestido nuevo de merino azul ribeteado de negro terciopelo de tira, con el cual se asemejaba a la gigantona tradicional de la catedral de Santiago, llamada la Coca. A manera de pajarito posado en grueso tronco, venía la inocente criatura recostada en el magno seno que la nutría.

Palabra del Dia

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