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Actualizado: 21 de junio de 2025
Tal dominio llegó a ejercer sobre Doña Francisca, que la pobre viuda no se atrevía ni a rezar un Padrenuestro sin pedir su venia a la dictadora, y hasta se advertía que antes de suspirar, como tan a menudo lo hacía, la miraba como para decirle: «No llevarás a mal que yo suspire un poquito». En todo era obedecida ciegamente Juliana por su mamá política, menos en una cosa.
Y por su imaginación danzaban ideas sueltas, apenas esbozadas, que parecían buscarse y perseguirse para completar un pensamiento. De pronto, al sonar a lo lejos otra vez el quejumbroso padrenuestro de la fiera encerrada, el periodista se incorporó nerviosamente, como si acabase de atrapar la idea fugitiva, fijando su vista en aquel saco que estaba a los pies del recién llegado.
Pues bien, en el mes de Octubre, después que ayude á mi padre á cortar el maíz y sacudir la castaña, me embarcaré en Gijón y no me verás más... ¡nunca más!... El pobre Jacinto allá morirá solo y sin consuelo... Tú cásate, cásate, Flora, cásate con un mozo más guapo, más rico que yo, y que Dios te haga con él muy feliz... Pero cuando vayas á la iglesia y te arrodilles delante del Cristo de la Misericordia, acuérdate del pobre Jacinto que tanto te quiso y reza por su alma un padrenuestro...
La oración era un Padrenuestro; y con ser tan usual y corriente entre todo fiel cristiano, sonaba en mi corazón y en mis oídos a cosa nueva en medio de aquel salvaje escenario, tan cerca de Dios y tan apartado de los ruidos, de las miserias y hasta del amparo de los hombres.
Pero el molimiento del cuerpo le hacía apetecer las gruesas y frescas sábanas, y omitió la letanía, los actos de fe y algún padrenuestro. Desnudóse honestamente, colocando la ropa en una silla a medida que se la quitaba, y apagó el velón antes de echarse.
La hueste de mendigos comienza a rezar un padrenuestro que guía el Pobre de San Lázaro. Una sala con tribuna sobre la capilla, en la casona de Flavia-Longa. Están cerradas todas las ventanas, el sol mañanero ilumina los resquicios, y las rayolas del polvo tiemblan en impalpables escalas: El olor de la cera y del incienso ha quedado flotando en la estancia.
Hizo Lucía la señal de la cruz, entre dos bostezos, murmuró un Padrenuestro y un Avemaría, y dio principio a una oración aprendida en el devocionario, y escrita en detestables versos, que comienza: Del párvulo tierno, cándido e inocente, Dios justo y clemente el sueño me dad... Operaciones todas que si habían de espantar la somnolencia, la atrajeron más y más.
Sabes que rezo un Padrenuestro por ti todos los días, y le pido al Señor que te haga más rico de lo que eres; que vendas sinfinidá de Semanas, y que te traigan buen bodrio del café y de la casa de los señores condes, para que te hartes tú y la carreterona de tu mujer. ¿Qué importa que Crescencia y yo, y este pobre Almudena, nos desayunemos a las doce del mediodía con un mendrugo, que serviría para empedrar las santas calles?
El sacristán, también arrodillado, invita a los fieles con voz plañidera a que consideren el lugar «donde unas piadosas mujeres, viendo al Señor que le llevaban a crucificar, lloraron amargamente de verle tan injuriado». Luego rezan todos un padrenuestro y un avemaría; y después, sacristán y fieles, a coro, dicen: «Bendita y alabada sea la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo y los Dolores de su afligida Madre.
Era de marfil también, y todo de una pieza, menos los brazos; y clavado en rica cruz de concha, agonizaba con dolorosa verdad, encogidos músculos y nervios en una contracción suprema. Tres clavos de diamante trucidaban sus manos y pies. Lucía le rezaba todos los días un padrenuestro, y aun solía besar sus rodillas, cuando no la miraba nadie.
Palabra del Dia
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