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Actualizado: 8 de junio de 2025
«Me dí a pensar en mi suerte. Me ví solo en el mundo, sin padres, sin parientes, sin amigos. ¿Quiénes me amaban? Dos ancianas que estaban, sin duda, a orillas del sepulcro; un pobre médico, rendido al peso de los años; un buen servidor; un maestro de escuela, enfermo y miserable; una niña desgraciada, huérfana, condenada a padecer.
Te ví madre: tus pálidas mejillas, sonrosadas ayer, en ignoradas horas de amargura marchitó el padecer; acaso sus colores te robaba quien te debia el sér, acaso el ciego amor te consumia que tú pusiste en él. Yo te amaba, y al verte, silencioso de nuevo te adoré, y, temiendo que el paso detuvieras... humilde me aparté.
En su mente germinaba un concepto singular de la autoridad conyugal: parecíale que su marido tenía derecho perfecto, incontestable, evidente, a vedarte todo género de goces y alegrías, pero que en el sufrimiento era libre y que prohibirle el padecer, el velar y el consagrarse a la enferma, era duro despotismo.
Yo creo que ese temor nos hace padecer aún más que la misma desgracia cuando llega.
No ha sido mi dignidad, mi orgullo destrozado lo que me ha hecho padecer... Mi corazón es el que ha sufrido... ¡Qué desconsuelo! ¡Qué tristeza tan honda!
Señor presidente, me hallo resuelta a no decir una sola palabra que pueda comprometer a mis amigos los piadosos y leales defensores de la fe de Jesucristo. Haga usted de mí lo que quiera, en la inteligencia de que aceptaré con gusto cualquier ocasión de padecer algo por el que tanto padeció por nosotros.
La experiencia, el profundo conocimiento de las personas, los viajes y la desgracia, habíanle dado elementos bastantes para construir en su pensamiento una patria muy distinta de la que pisaba, y la inmensa superioridad de esta patria soñada en parangón con la auténtica era en él motivo constante de padecer y aburrimiento.
El principal, que se estaba disponiendo para hacer el acostumbrado viaje a París, la incitaba a comprar algo, y ella caía en la tentación, unas veces porque se le presentaban verdaderas gangas, otras porque el género le entraba por el ojo derecho, encendiendo todos los fuegos de su pasión trapística, y no podía menos de satisfacer, so pena de padecer mucho, el deseo de adquirirlo. ¡Oh!
Pelea el valentisimo soldado Dormido, casi al modo que despierto Se mostró en el combate fiero armado. Acude el tierno amante á su concierto, Y en la imaginacion dormido llega Sin padecer borrasca á dulce puerto. El corazon el avariento entrega En la mitad del sueño á su tesoro, Que el alma en todo tiempo no le niega.
La joven se moría de placer deslumbrando de este modo, haciendo padecer a sus envidiosas conocidas. Porque el Duque no se ocultaba para prodigarle mil atenciones galantes, ni ella para ostentar un grado de confianza con él superior al de los demás de la familia. Gonzalo había observado, con secreto disgusto, aquella intimidad.
Palabra del Dia
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