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Actualizado: 10 de julio de 2025
Severiana y la comandanta las escoltaron hasta el portal. «Tenemos mucho que hablar le dijo Guillermina en la calle ; pero mucho. Lo de hoy no ha sido más que desflorar el asunto. Me ha sabido a nada. Y usted, ¿tendrá un poco más de paciencia para aguantarme?
Tenga usted paciencia, Rorró, me decía Angelina, vaya usted a la iglesia y pídale a la Virgen amparo y protección. Entonces recordé estas palabras de la doncella, palabras que resonaron detrás de mí como si ella me hablase al oído. Enfrente estaba el templo. Desde la calle veía yo la humilde lamparita del Sagrario. Me encaminé hacia la iglesia. Entré en ella. Estaba obscura.
Yo también tengo confianza, y puesto que Marignol se obstina en no morirse y en cortarnos los víveres, habrá que tener paciencia y seguir amándonos en el misterio... ¿Por qué no hemos de aclararlo un poco? Luciana dijo con la cabeza que no.
El demonio eres tú replicó la fiera, que parecía ya, por lo muy exaltada, irresponsable de los disparates que decía . Facha, mamarracho, esperpento... Echa, echa más veneno murmuraba Sor Marcela con tranquilidad, abriendo la puerta de la prisión . Así te pasará más pronto el arrechucho. Vaya, adentro, y mañana como un guante. A la noche te traeré de comer. Paciencia, hija...
Al levantar ella sus ojos, vio a Fernando encuadrado por la ventana, contemplándola fijamente, y tuvo un gesto de enfado, lo mismo que si se encontrase con algo que estremecía sus nervios y quebrantaba su paciencia.
Don Quijote iba sentado en la jaula, las manos atadas, tendidos los pies, y arrimado a las verjas, con tanto silencio y tanta paciencia como si no fuera hombre de carne, sino estatua de piedra.
Mas todo lo sufría con paciencia por ser los verdugos hijos de tal madre. Porque es de saber que el Canelo había tomado grandísimo amor á la condesa desde el punto en que la vió, sin que para ello hubiese ningún motivo de interés, pues ya conocemos la generosidad y limpieza de su corazón.
No quiero dejar correr la pluma porque la paciencia se acaba. Entré en Milan el dos de junio hospedándome en el Hotel de la Ville, en el Corso, frente por frente á la iglesia de San Cárlos Borromeo.
Conciencia á vos y á mí paciencia para tanto robo; ¿qué falta de más de eso? Un real. Tomadle. Dios guarde á vuestra merced muchos años. De pícaros como vos. ¿Pero qué es eso? dijo el cocinero mayor viendo que el bufón se ponía de pie. Que nos vamos. ¿Y no me dais los consejos que os he pedido?
Por eso nos llenamos de resignación, señora, y cuando recibimos golpes como el que usted se ha servido darme, nos encogemos de hombros y decimos: «paciencia». Luego seguimos viviendo, y comemos y dormimos tan tranquilos... Es una tontería morirse por quien tan pronto nos olvida. Estás hecho un basilisco de rabia me dijo la condesa en tono de burla , y quieres aparecer tranquilo.
Palabra del Dia
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