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Actualizado: 10 de noviembre de 2025


Desde entonces mantengo mi palabra y no he añadido ni una frase que pudiera hacerle suponer que abrigo la más leve esperanza ni la duda más pequeña. No me oirá nunca ni lamentarme ni suplicar. Siento que en semejante caso tendré mucha paciencia y esperaré. Mientras así me hablaba parecía Oliverio muy tranquilo.

Pero, señor cura, repare usted que yo no comprendo una palabra de lo que usted me dice.... Comience usted por el principio.... Sonrió el clérigo y dijo: Paciencia, señor mío, paciencia. El principio viene después. Todo esto lo digo para tranquilidad de mi conciencia.

Paciencia no le faltaba al pobre hombre, que en aquella situación inclinó con ardor su espíritu hacia la contemplación religiosa, y se pasaba parte de las solitarias horas rezando.

Anoche el Marqués de Ronda, en la tertulia de su casa, delante de Virginia, su santa esposa, y de otras personas de grandísimo respeto, no cesaba de encomiar las gracias de Electra en términos harto mundanos, repugnantes. EVARISTA. Tengamos paciencia, amigo mío... PANTOJA. Paciencia... , paciencia; virtud que vale muy poco si no se avalora con la resolución.

Con ese mismo cuchillo se matará esta noche, si no llego a tiempo. ¿Quieres llevarme a su casa? Mantoux hizo nuevas protestas de que ignoraba el domicilio de la viuda, pero no pudo convencer al insensato viejo. Hasta las diez de la noche, el señor de La Tour de Embleuse le siguió a todas partes, al jardín, a la despensa, a la cocina, con la paciencia de un salvaje.

Es preciso comer, niña querida, para ponerte en estado de soportar la prueba ... Pero, tía mía, ¿qué prueba? preguntó Herminia con irritación. ¡Paciencia, hija mía; ya lo sabrás todo! Entonces comprenderás la infamia de que ibas á ser víctima y yo contigo ... ¡Una infamia!... ¡De Mauricio, es imposible! No era él el culpable ... Pero el abominable mentor que le dirige!

Los celos. Y ¿quién prueba mi paciencia? Ausencia. De ese modo, en mi dolencia ningún remedio se alcanza, pues me matan la esperanza desdenes, celos y ausencia. ¿Quién me causa este dolor? Amor. Y ¿quién mi gloria repugna? Fortuna. Y ¿quién consiente en mi duelo?

ESCIPIÓN. ¿Es posible? MARCIO. ¡Palabra de honor! Toda paciencia es poca para aguantar a estos imbéciles. Parecen mudos. ESCIPIÓN. Os compadezco de todo corazón. UNA VOZ. ¡Proserpinita mía! ¿Dónde estás?

Pero por respeto a ti y a misma y a la familia, no hice nada. ¡Contarle a tu mamá mis sospechas!... ¿Para qué?, ¿para disgustarla sin ventaja ninguna?... Guillermina, con quien únicamente me clareaba, decíame siempre: «paciencia, hija, paciencia». Y por fin llegaba yo a tenerla, y el molinillo que me daba vueltas en el corazón, molía, haciéndomelo polvo, y yo aguanta que aguanta, siempre callada, poniendo cara de Pascua y tragando hiel, tragando hiel.

Entonces, ya que eres una santa, recibe tus contrariedades con paciencia, por amor de Dios. ¡Oh, no, a fe mía! le repliqué decididamente. Quiero amar a Dios, pero creo que

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