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, pero no por mucho tiempo... Como nada se oponía al matrimonio, éste debía celebrarse dentro de seis semanas. Una horda de tapiceros, de carpinteros, invadió mi querido Ilgenstein y lo puso patas arriba. Todos mis deseos se veían contrarrestados por la frase: ¡Oh, señor barón! ¡eso no es de buen gusto!

Á cada paso se sentía movido del deseo de hacer algo extraño, inusitado, violento ó perverso, con la convicción de que sería á la vez involuntario é intencional y á despecho de mismo, pero emanando de un sentimiento más profundo que el que se oponía al impulso.

El cura llevaba en el bolsillo una onza de chocolate, y había aconsejado a Miguel que llevase otra: en el primer merendero o taberna que tropezaban, las tomaban disueltas en agua, y proseguían su marcha. A Miguel le gustaba mucho trotar, pero el cura se oponía, porque según él «se batían demasiado los hipocondriosen realidad era que temía caerse.

Todo el día y toda la tarde estuve en compañía de Mary. Por la tarde, después de comer, cuando fuí a casa de Recalde a buscar a mi novia, me encontré con Quenoveva. Le pregunté por su padre, el gran Urbistondo, y por toda la chiquillería, y, aunque ella se oponía y se ruborizaba, la abracé efusivamente. A Mary no le hizo mucha gracia el abrazo que di a su amiga, pero se le pasó pronto el enfado.

Uno quería un gobierno de provincia para su hermano; otro, una alcaldía en la isla de Cuba para mismo; otro, un juzgado para su pueblo; otro, una administración de aduanas para un primo arruinado por la causa de la libertad; otro, la destitución de un funcionario probo que se oponía tenazmente a ciertas pretensiones de su familia; otro, un ascenso; otro, una cátedra...; en fin, por pedir, se pedia allí hasta la luna; y el Ministro, o el Subsecretario en su deseo de complacerlos a todos, tecleaba sin cesar sobre los botones de las campanillas, a cuya música iban apareciendo los altos empleados que podían entender en aquel cúmulo de solicitudes.

Ningún otro intentó tampoco llevarle la contraria por temor de hacer un mal papel. La conversación se encauzó por otro lado. Charlose animadamente del proyecto de construcción de una nueva iglesia, cerca de la plaza, echado a volar por varios vecinos y al cual se oponía con todas sus fuerzas el cura, por temor de que se dividiera la parroquia.

La joven se resistió algún tiempo, y al fin, viéndole triste, se prestó a servirle de modelo. Consideraba aquella afición de su marido como un capricho, una manía; pero pensando, como mujer sensata, que esta distracción podía librarle de otras más peligrosas, no se oponía resueltamente a ella. ¡Qué niño eres, Mario! En efecto, pocos o ninguno lo serían tanto a su edad.

Luego miró á su amigo con una extrañeza dolorosa. ¿Solo?... ¿Cómo se atrevía á proponerle que abandonase á Elena?... Prefería morir, pues de este modo se libraba del sufrimiento de pensar á todas horas en la suerte de ella. Como Robledo estaba irritado, y en tal caso, siempre que alguien se oponía á sus deseos, era de un carácter impetuoso, exclamó irónicamente: ¡Tu Elena!... Tu Elena es...

En pocos meses había recobrado el tiempo perdido y sobre mi escritorio había como un montón de haces en una era, nueva cosecha ya recogida de la cual sólo era dudoso el producto. Era el solo asunto del cual me hablaba Magdalena sin reserva; pero en aquel punto era yo el que oponía vallas.

Había buscado á los compañeros de su sección para enterarse de lo que proyectaban contra los burgueses. Pero la guerra iba á estallar. Algo había en el aire que se oponía á la lucha civil, que dejaba en momentáneo olvido los agravios particulares, concentrando todas las almas en una aspiración común. Hace una semana continuó era antimilitarista. ¡Qué lejos me parece eso!