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Benvenuto Cellini, aquel genio creador en el arte de ornamentar, dice que ningún cuadro de Miguel Ángel vale tanto como el que pintó a los veintinueve años, en que unos soldados de Pisa, sorprendidos en el baño por sus enemigos, salen del agua a arremeter contra ellos. La precocidad de Rafael fue también asombrosa, aunque su padre no se le oponía, sino le celebraba su pasión por el arte.

A su madre, que se oponía con ese ciego cariño maternal que no quiere encontrar rivalidades en el amor al hijo y por celos estorba muchas veces su felicidad. El mal que causase siguiéndola a ella no sería irreparable. Huirían juntos; pasearían su amor por el mundo. Y Leonora, cabizbaja, repetía débilmente: No; estoy resuelta. Partiré mañana sola.

A este torrente de injurias y de amenazas, el grumete no oponía más que una calma estoica, acostumbrado, como estaba, a los arranques de su superior.

El P. Gil insistía en su idea de entrar primero en la casa y explorar el ánimo de D. Álvaro: tenía miedo a un escándalo. La dama se oponía con calor, convencida hasta la evidencia de que su marido se negaría en absoluto a recibirla, y tomaría precauciones para que no pisase el suelo de su casa.

En obsequio á la verdad, la mujer del tío Nardo no necesitaba de tantas ni tan buenas razones para oponerse á los proyectos de su hijo: era su madre, y con los ojos de su amor veía á través de los mares nubes y tempestades que obscurecían las risueñas ilusiones del ofuscado niño; pero el tío Nardo, menos aprensivo que ella y más confiado en sus buenos deseos, apoyaba ciegamente á Andrés; y entre el padre y el hijo, si no convencían, dominaban á la pobre mujer, que, por otra parte, respetaba mucho las corazonadas, y jamás se oponía á lo que pudiera ser permisión del Señor.

El espíritu nacional permaneció, por tanto, tal cual era; su glorioso pasado arrojaba luz deslumbradora sobre lo presente, y se oponía á que se adivinase la ruina que lo amenazaba.

En medio de la noche se levantarían para las faenas urgentes; aquellas llanuras serían un paraíso, y cada pobre tendría su casita, y los lagartos no irían arrastrando su lomo rugoso y polvoriento días y días sin tropezar con una vivienda humana. Rafael oponía reparos a los ensueños del viejo.

Se trataba de un castigo necesario al orgullo que la niña empezaba a mostrar con los criados. No duraría mucho. Sin embargo, necesitaba vencer a todas horas la voluntad de Quiñones, que se oponía a que fuese educada con tanto mimo.

Por el contrario, un movimiento violento bastaría para que se introdujese en su carne lo mismo que una navaja de afeitar, como había dicho el profesor hembra. Las tripulantes del lagarto aéreo tiraron ligeramente de este hilo metálico, y Gillespie, comprendiendo el aviso, dió el primer paso. Ningún obstáculo terrestre se oponía á su marcha.

Solamente Hardoin, poco simpático a la comandanta por la bondad burlona que oponía a sus jeremiadas, inspiraba a su joven vecina una confianza hija de la mutua simpatía. Al principio de su instalación, deseando encontrar lecciones para aumentar su pobre presupuesto, se había dirigido a él para que la recomendase a su clientela.