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Otro día, encargose Amaury de buscar autógrafos notables para llenar un álbum de Antoñita; algún tiempo después, como tardase mucho Froment Messrice, el Benvenuto Cellini de la época, en cincelar una pulsera para la joven, Amaury se la llevó triunfalmente después de arrebatársela al artista, y por fin, cierta noche que jugaba distraído con una llavecita de oro se la guardó por distracción en el bolsillo, viéndose obligado al otro día por la mañana a devolverla por si Antoñita la necesitaba.

Benvenuto Cellini, aquel genio creador en el arte de ornamentar, dice que ningún cuadro de Miguel Ángel vale tanto como el que pintó a los veintinueve años, en que unos soldados de Pisa, sorprendidos en el baño por sus enemigos, salen del agua a arremeter contra ellos. La precocidad de Rafael fue también asombrosa, aunque su padre no se le oponía, sino le celebraba su pasión por el arte.

Hállase labrada en el más primoroso y delicado estilo del Renacimiento, y parece una enorme filigrana calada en piedra por los plateros de la calle de la Rúa, parece un trabajo chino de marfil, parece la mística puerta de algún lugar santo. Benvenuto Cellini se hubiera enorgullecido de cincelar en oro una creación semejante.

Introducido este estilo en España con motivo de las guerras que la dinastía austriaca sostuvo en Italia y en Francia, contagiado el gusto de todos los personages de cuenta de los dos estados militar y eclesiástico con el ejemplo de la admiracion que en las citadas naciones alcanzaban las obras de Leonardo de Vinci, del Primaticio, de Benvenuto Cellini, de Serlio, y las de sus discípulos los franceses Jean Bullant, Philibert Delorme y Pierre Lescot, facilmente se esplica que la catedral nueva de Córdoba, trazada y costeada por hombres formados en la moda italiana y francesa, aparezca como una creacion bastarda del gusto ultramontano en transaccion con el antiguo estilo practicado por todo el Occidente.

Pues una mujer sin ternura ¿qué es sino un vaso de carne, aunque lo hubiese moldeado Cellini, repleto de veneno? Así, en un día, dejan de amar los hombres a la mujer a quien quisieron entrañablemente, cuando un acto claro e inesperado les revela que en aquella alma no existen la dulzura y superioridad con que la invistió su fantasía. Estará enferma Lucía.

Cierto artífice de notable mérito, obscuro Arfe o Cellini, olvidadoen el centro de aquella ciudad de provincia, hace la custodia nueva, reproduciendo con inspiración pasmosa cuantos primores en la antigua se parecían.

Para conmoverla, enseñaba cartas de Maquiavelo, de Miguel Ángel, de Benvenuto Cellini y otros florentinos célebres, dirigidas á sus remotos ascendientes, únicos recuerdos de familia que se habían salvado, no se sabe cómo, de la rapacidad de los anticuarios.