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Actualizado: 27 de junio de 2025


1 Era Sedequías de edad de veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Hamutal, hija de Jeremías, de Libna. 2 E hizo lo malo en los ojos del SE

Por fin me han dejado libre esos curiosos estúpidos dijo el gitano cuando daban las once en el reloj de San Francisco . Pero no, ahí vienen otros, y de la más peligrosa especie dijo viendo a dos sacerdotes, con sotana negra, que avanzaban hacia la capilla. El hermano guardián salió a su encuentro.

En la capilla de S. Pedro dotó doce memorias por D.ª Leonor de Bocanegra, su prima, y tambien dejó dotacion para que en el Sagrario ardiese un cirio continuamente; y á fin de que en la procesion de las vísperas y fiesta de las Once mil Vírgenes se llevase la cabeza de Sta. Ursula, dejó para distribucion 50 maravedís de moneda blanca.

A las cinco de la mañana seguimos á Buenos Aires, hasta que paramos en la Capilla de Merlo, habiendo caminado 14 leguas. Dia 23. A las cuatro de la mañana seguimos á la ciudad por el rumbo del ENE, donde llegamos á las once, habiendo caminado 7 leguas. NOTA. Los rumbos, de que se habla de este diario, son corregidos de 15 hasta 18 grados de variacion NE. Las leguas son marítimas ó de 20 en grado.

Don Juan, de hongo y capa, impaciente y nervioso, aguarda en el sitio y hora que le marcaron. En un reloj cercano da el cuarto para las once. Del Guadarrama, y haciendo escala en la Punta del Diamante y la Garita del Diablo, viene un norte sutil y helado que traspasa los tuétanos.

Cuando la condesa Poldy daba estos paseos meditabundos, cuando salía, como solía ella decir, a caza de impresiones poéticas, no gustaba de que nadie la acompañase; siempre iba sola. En un hermoso día de los últimos del mes de Mayo, la condesa Poldy se hallaba sola, en lo más intrincado del bosque, entre diez y once de la mañana.

»Oigo dar las once. ¡Buenas noches, Antoñita! La dejo a usted para ir en busca de Magdalena, que ya me estará aguardando.» A las 2 de la madrugada. «Tan pronto como llegue a sus manos esta carta póngase en camino y venga, porque nos hace mucha falta su presencia. »¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Magdalena se muere sin remedio! ¡Oh! ¡Qué miserable soy! ¡Venga, venga usted a escape! »Amaury

Pero dieron las once y media, luego las doce, y Arturo no parecía. Por último, transcurrió toda la noche sin que él llegara; pero ella seguía esperando. Tampoco se presentó el Conde al otro día... ni en los siguientes. Judit no recibió ninguna carta; no volvió a verle. ¿Qué significaba aquello? ¿Qué había sucedido?

A las once de la noche el comandante Ramírez y el inspector de policía tenían presos ya a todos los individuos de la junta y a diez o doce de los más caracterizados carlistas de Nieva, los cuales, amarrados y custodiados por media compañía, según las prevenciones del comandante general, esperaban debajo de los soportales del Ayuntamiento la orden de marcha.

Como Jorge discurre muy bien y sabe mucha filosofía, justifica su aserto con razones que por ser muy atinadas y, sobre todo, por ser suyas, a me parecen definitivas. Yo creo a mi marido con amor, que es la forma de credulidad más profunda. A las once comenzaron a llegar las amigas de mis sobrinas, un grupo de muchachas presentadas en sociedad este mismo año o el anterior.

Palabra del Dia

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