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Actualizado: 31 de mayo de 2025


, comenzó a decir, presentando su tabaquera al señor Lammeter, que por segunda vez inclinó la cabeza e hizo seña con la mano para rechazar obstinadamente el ofrecimiento del squire , , nosotros los viejos bien podemos desear ser jóvenes esta noche al ver el ramo de muérdago suspendido, en el salón blanco.

La despedida fue tímida y significativa por parte de Carlota, franca y afectuosa por la de su hermana, propia de una futura hermana política; por la de D.ª Carolina maternal, aunque templada por el respeto que le merecía la autoridad de su marido; y por éste tan cortés, tan suave, tan condescendiente, que Mario se mostró hondamente conmovido, y apenas pudo articular con voz temblorosa algunas palabras de ofrecimiento.

Don Fernando como buen caballero, respondió que él venia de parte de su tio, y que con su autoridad, y fuerzas habia tomado aquella empresa á su cargo, y sería faltar á su obligacion si con puntualidad no ejecutase las órdenes de quien le enviaba, y que por ningun caso admitiria el ofrecimiento que le hacian, sinó recibiéndole como Lugarteniente de su tio D. Fadrique.

Yo le respondí otras semejantes, diciendo que así aventuraría yo y pondría por él todo lo que tenía, y que si lo decía por sus galeras, que yo aceptaría el ofrecimiento como entre amigos; pero que si lo decía por el armada de S. M. que tenía á su cargo, que en ninguna manera la aventurase por , sino que hiciese aquello que le paresciese mejor para su salvación, y que yo volvería á cumplir mi palabra con los tudescos, y que todavía me podían dar los esquifes con que traer los que estaban en la marina, que sería cumplir con todo.

Aprovechando la ocasión en que los demás hablaban entre , me dijo en voz baja: Don Seferino, si alguna vez le hase farta un hombre..., ya sabe usté..., ¡un hombre!..., cuente usté conmigo. Aunque había cierta vaguedad en él, acaso por esto mismo me hizo profunda impresión el ofrecimiento. Eso de necesitar un hombre ¡era tan enérgico! Dormí aquella noche bastante agitado.

Era un excelente servidor que había sustituído al criado modelo que la señorita Guichard había quitado á Fortunato veinte años antes. Ningún ofrecimiento había hecho mella en Federico; por eso, en sus días de buen humor, Roussel le llamaba Hipócrates.

Y Ángel, que tampoco se acordaba si lo había dicho o no, y temiendo en este último caso que se atribuyera la omisión a un motivo que no cabía en la nobleza de su alma, aceptó con gusto la fórmula que le dio en su pregunta la marquesa, para responder cuanto podía venir allí muy al caso, sin que se tomara en mal sentido la respuesta: Santiago Núñez, antiguo droguero de la calle de la Cruz, y hoy dedicado a negocios de pasatiempo, en la calle Imperial, 15, segundo, derecha, que es la casa de ustedes, con permiso de mi padre, que no desautorizará mi ofrecimiento.

Terrible ofrecimiento es el que has hecho, Y en él, Morando, se nos muestra claro Que no hay cobarde enamorado pecho, Aunque de tu virtud y valor raro Debe mas esperarse; mas yo temo Que el hado infeliz se muestre avaro.

Además, los señores de Cuadros tenían gran satisfacción en recibir a sus amigos; y más aún ahora que el afortunado bolsista había amueblado a gusto de los tapiceros, y con una brillantez vulgar propia de café o de fonda, sus habitaciones, antes tan lóbregas como desmanteladas. Doña Manuela y las niñas aceptaron con entusiasmo el ofrecimiento. ¡Vaya si irían!

Expresándose en plural, les decía que habían tomado una casa en Arcachón, y sabedores de que a Bringas y a los niños les convenía respirar aires frescos y salinos, les invitaban a pasar un mes allá. El ofrecimiento era tan cordial como explícito. La casa era muy grande, con jardín y mil comodidades.

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