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Lo admito entre nosotros, en la intimidad, dijo Vesín riéndose; pero en público no lo admitiría de ningún modo. que se representa á la justicia con una benda en los ojos, pero ese disfraz es un accesorio que no tiene valor más que para los poetas. La justicia, que es, en suma, un poder arbitrario, debe ser inmutable é infalible, pues de no ser así no sería posible aceptarlo.

No admitiría nunca que un artista pudiese ser su igual; pero él, por benevolencia, protegía las artes cuando no le salía muy caro. Daba al trabajo mucha importancia, no hacía nunca nada, admitía las concesiones al talento, y se explicaba el otorgamiento de un título a quien supiera enriquecerse en la Bolsa o en los altos negocios del Estado.

Con esto quedó todo el ejército que estaba debajo de su mano, resuelto de no admitir el infante por el rey; y á la verdad su intento no era excluir á Don Fadrique por D. Fernando porque con ninguno de ellos se pudiera conservar, pero como hombre sagáz, y que conocia al infante por uno de los mejores caballeros de su tiempo, y que no tendría mala correspondencia con el rey tu tio, le propuso al ejército para que excluyesen al rey, prefiriendo al infante, de quien estaba cierto que no lo admitiria, y como la mayor parte del ejército con este engaño de Rocafort se declaró por el infante contra el rey, despues no quisieron elejir á quien una vez excluyeron.

María repugnaba honestamente tal empeño, pero las súplicas fueron tantas, el objeto se lo presentaron por tan piadoso y tanto de encarecimientos y halagos fueron y vinieron, que al fin, dándose por rendida, y confiando en la negativa del soldado, que como cristiano viejo no admitiría tales prácticas, replicó: Puesto que a despecho de mi gusto habréme de vencer a lo que se me pide, todavía no me prestaré a ello si el mismo soldado no me lo permite no callando, sino que quiero oirle yo misma la súplica de su boca.

Don Fernando como buen caballero, respondió que él venia de parte de su tio, y que con su autoridad, y fuerzas habia tomado aquella empresa á su cargo, y sería faltar á su obligacion si con puntualidad no ejecutase las órdenes de quien le enviaba, y que por ningun caso admitiria el ofrecimiento que le hacian, sinó recibiéndole como Lugarteniente de su tio D. Fadrique.

Surgió en su interior una repulsión de casta, al pensar que pudiera protegerle aquel compatriota de gustos ordinarios. No le era antipático; pero nunca le admitiría como un igual. Elena acabó por irritarse, cansada de sus protestas.

Rocafort siempre publicó que el infante, por tener alguna disculpa con el rey, no admitiria luego el ofrecimiento que le hacian, y con esto engaño la mayor parte del ejército, porque si hubiera quien les persuadiera, y desengañara que el infante por ningun caso se quedara á gobernarles como á príncipe, sin duda que le admitieran por el rey.