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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Presupuesto esto, digo, señores, que os agradezco el ofrecimiento que me habéis hecho, el cual me ha puesto en obligación de satisfaceros en todo lo que me habéis pedido, puesto que temo que la relación que os hiciere de mis desdichas os ha de causar, al par de la compasión, la pesadumbre, porque no habéis de hallar remedio para remediarlas ni consuelo para entretenerlas.

Abrazóle Anselmo tierna y amorosamente, y agradecióle su ofrecimiento, como si alguna grande merced le hubiera hecho; y quedaron de acuerdo entre los dos que desde otro día siguiente se comenzase la obra; que él le daría lugar y tiempo como a sus solas pudiese hablar a Camila, y asimesmo le daría dineros y joyas que darla y que ofrecerla.

La señora condesa bajó los ojos muy modestita, como haciéndose la desentendida de si era a ella o no a quien le tocaba pagar aquella cuenta, y el padre continuó: Pero como usted comprenderá, este sacrificio de precio incalculable, cuya idea le fomentaré yo por lo que en tiene de útil y meritorio y porque bastará quizá el ofrecerlo para alcanzar de Dios lo que el pobre ángel pide, no es una vocación religiosa: es sólo un ofrecimiento que en su aflicción y en su generosidad hace la niña, y mientras Dios no lo acepte, no existe la verdadera vocación, y yo, por mi parte, ni puedo aconsejarla ni autorizarla tampoco hasta entonces.

Retiroso á Génova, donde ayudado de sus amigos, y particularmente de Ticin de Oria, armó una galera, y con ella fué á Nápoles, y ofreciese al servicio de Roberto Duque de Calabria, á tiempo que se prevenia y armaba para la guerra contra Don Fadrique. Hizo Roberto poco caso de su ofrecimiento, y del ánimo con que se le ofrecía, juzgándole por tan corto como el socorro.

Usted extrañará, dijo sonriéndose el ingeniero, que haya usado tan pronto del ofrecimiento que tuvo usted la bondad de hacerme de su amistad y de su casa.... No, señor, contesté interrumpiéndole; tengo bastante con la satisfaccion de ver á usted en nuestra compañía.

Ella agradecía el ofrecimiento del señor Peña, pero no podía aceptar. Era el hombre honrado y modesto que deseaba; si no fuese más que un dependiente de comercio, tal vez aceptase... ¿pero es que ella ignoraba quién era su familia? Estaba enterada por una parroquiana amiga de su mamá y de sus hermanitas.

Miguel vino triunfante a ella, y la dio un beso. ¿Quieres agua, monina? le preguntó de repente. No sabemos qué clase de motivos habrían impulsado a Miguel a ofrecer tan espontáneamente agua a su hermana. Sean los que quieran, lo cierto es que ésta, como no podía negarle nada, aceptó el ofrecimiento. Mas al servírsela el bueno de Miguel, dejó caer sobre la cuna el vaso lleno.

Acepté el ofrecimiento de Lea y me llevé sus perlas, sus zafiros, sus brillantes, con la decidida intención, oidlo bien, de no volver á presentarme delante de ella. En el Monte de Piedad obtuve ochenta mil francos. Envié la papeleta á Lea para que pudiera desempeñar sus joyas con el dinero que yo pensaba enviarle, y fuí á pagar mi deuda.

Pero el buen don Rosendo que juzgaba un importantísimo triunfo la venida de tal personaje a su morada, y contaba con ayuda de él exterminar a sus contrarios, tanto insistió, valiéndose de toda clase de recomendaciones para conseguirlo, que el Duque concluyó por aceptar el ofrecimiento.

Por último declaró que le había dado tres pesetas. El majo soltó una carcajada. Y le habrás dicho: ¡Adiós, rumbosa! ¿verdá ?... Las mujeres todas son lo mismo. Al mismo tiempo echó mano generosamente á la cartera y le dió un billete de diez duros. Antoñico. Razón tenía para poner reparos al ofrecimiento de su casa.

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