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Actualizado: 9 de julio de 2025


Más de una vez me han ofrecido sus coronas de duque o de marqués, creyendo que con esto me aprisionaban, me podían conservar, cuando yo sintiendo fastidio pretendía levantar el vuelo. ¡Casada yo! ¡Qué disparate!... Reía como una loca con una risa que hacía daño a Rafael.

Como personificaban el sentimiento y la vida de la nación española, dominada por ellos, habían ya jugado un papel importante en las obras de los dramáticos anteriores; pero nunca se habían ofrecido tan á las claras, ni ejercido en la acción un influjo tan importante. Del gran valor que las ideas tenían en Calderón, se desprenden dos de las propiedades más notables que se observan en sus dramas.

Desde el primer momento, Cádiz me habia ofrecido muchas semejanzas de aspecto con la ciudad de Cartagena en «Nueva Granada». Semejanza no es el término propio: es no qué analogía vaga en la configuracion de la isla y las bahías, en la estructura exterior de la ciudad; algo de muy armónico en el estilo de las fortificaciones, en la atmósfera y el cielo.

Al sentir Juan acariciado el rostro por el cosquilleo del pelo de Cristeta, dio al olvido la pregunta que hizo, la respuesta que esperaba, hubiera olvidado hasta la gloria si entonces se la hubiesen ofrecido, y estrechando contra el pecho la cabeza de su amada y pegando los labios a su oído, le dijo: Iremos donde quieras, solos... o con tu chico..., yo seré su..., lo que mandes, ¡alma mía!

Por esto me ha parecido siempre ridículo todo premio ofrecido a la virtud. Quien se pusiera a ser virtuoso para ganar el premio, no sería virtuoso.

No carece de interes esa evocacion de las batallas homicidas en un templo ofrecido al Dios de paz, de caridad y amor. ¡Mezcla de religion y de impiedad! Ese es el mundo: adoracion á Dios y guerra al hombre....

Si alguien hubiera dicho al señor de Villanera que la señora Chermidy le amaba por el interés, se habría encogido de hombros. Ella no le había pedido nada y él se lo había ofrecido todo. Al aceptar cuatro millones, le hacía un favor y él le estaba reconocido.

Los datos, según me dijo, los había obtenido de un cierto Cardenal Sannini, del Vaticano, a quien él tuvo secuestrado para conseguir un buen rescate, y eran de una índole tal, que podía convertirse en hombre de fortuna el día que quisiera serlo; pero, dado que el Gobierno de su país había ofrecido un gran premio por su captura, había resuelto ocultar su identidad y recorrer los mares.

¡Quita allá!... ni para qué quiere esta mantones. ¡Buenos están los tiempos! ¿Y qué precio?... ¡Cincuenta duros! Ajajá... ¡qué gracia! Los tengo yo del propio Senquá, mucho más floreados que ese y los doy a veinticinco. Quisiera verlos... ¿Sabe lo que le digo? Que me caiga muerta aquí mismo, si no es verdad que me han ofrecido treinta y ocho y no lo he querido dar... Mire, por estas cruces.

El primer ministro, que lo era a la sazón el príncipe de Polignac, habíase propuesto hacer que yo fuese a París a ocupar la dirección de los Negocios extranjeros; continuamente recibía yo cartas amistosas en las que insistía en sus deseos; al fin, sucumbí, pero no para aceptar el cargo que se me ofrecía, sino para explicar franca y terminantemente los motivos que tenía para renunciar el empleo con tanta obstinación ofrecido.

Palabra del Dia

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