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Actualizado: 5 de julio de 2025


Cierta gravedad oficial, la tez marchita y como ahumada por los reverberos, no qué inexplicable matiz de satisfacción optimista, la edad tirando a madura, signos eran que denotaban hombres llegados a la meta de las humanas aspiraciones en los países decadentes: el ingreso en las oficinas del Estado. Uno de ellos llevaba la voz, y los demás le manifestaban singular deferencia en sus ademanes.

Mis aspiraciones eran más modestas. Me contento, mi general, con que me envíe usted á Nueva York cuando vaya allá una comisión á hacer compras para el gobierno. Lo mismo da que compren autocamiones, máquinas de escribir, zapatos ó papel para las oficinas. Sólo pido ser el agente comprador de la comisión.

¡Ay, señora! replicó suspirando yo soy un célibe que ha hecho siempre vida muy retirada, puedo decir que he pasado toda mi existencia en las oficinas. Sin embargo, conozco algo a los hombres y puedo ayudarle a ver con claridad a través de sus vacilaciones... Ante todo agregó sonriendo discretamente, ¿cuál sería su ideal? ¿Lo ha entrevisto ya usted en sus ensueños?

Ocurriósele entonces presentarse en las oficinas de Correos y reclamarlo; pero allí le exigieron tales formalidades, que antes de pasar por ellas prefirió dejar correr la suerte. Pasó ocho días en gran zozobra.

Se despidieron; las damas salieron a la calle, y el Provisor entró, dejando atrás pasillos, galerías y salones, en las oficinas del gobierno eclesiástico.

Las oficinas han sido el tronco en que se han injertado las ramas históricas, y de ellas han salido amigos el noble tronado y el plebeyo ensoberbecido por un título universitario; y de amigos, pronto han pasado a parientes. Esta confusión es un bien, y gracias a ella no nos aterra el contagio de la guerra social, porque tenemos ya en la masa de la sangre un socialismo atenuado e inofensivo.

Los indios continuaron á venir á bordo, y los nuestros á tratar con ellos, dándoles de comer y algunos regalos: y sin embargo de mostrar en sus movimientos algunas desconfianzas, no hubo novedad por el cuidado con que nos manejabamos: y en el dia 23 de Abril se empezó el trabajo de levantar un fuerte, cortándose madera para él, abriendo un foso, las oficinas y ranchos precisos, habiéndose escogido terreno para el establecimiento en la márgen del S de dicho rio; lo que se continuó hasta aquel.

Así que, al casarse su hijo mayor, el tío Pacho construyó una casa de piedra al lado de la suya para que se acomodase. Hizo otro tanto al casar á su hija. Y cuando á su tercer hijo, Nolo, le tocó en suerte el ir de soldado, el viejo aldeano montó á caballo y alegre como si fuese á una romería depositó en las oficinas de Oviedo trescientos duros en doblones de oro para redimirle del servicio.

Se les admite en las oficinas, se dulcifica su suerte y se les hace casi dichosos... Pero ¿cuántos se hacen dignos de esos favores?... La mayor parte no tienen más que una idea: robar y escaparse... El secretario tomó aliento. Su oyente le había escuchado con una atención que le halagaba, y ya se preparaba á proseguir, cuando Tragomer le preguntó: ¿Son frecuentes esas evasiones?

Respuesta a las iniciales A. B. C. Oficinas del periódico.» ¿Qué pensáis de esto? ¡Perfecto! exclamé saltando de alegría. Pronto, un sobre... ¡Oh! señora, qué agradecimiento... Qué feliz soy... Espere usted, Magdalena dijo la pobre señora de Ribert, aturdida por mi turbulencia. Espere usted; hacen falta aún mil cosas. Qué niña...

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