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Actualizado: 5 de julio de 2025
Ulises esperaba tropezarse con la viuda al pasar frente á una de estas mansiones, loteadas ahora por pisos, y que exhibían en el portal las chapas indicadoras de oficinas y almacenes. En una de ellas viviría indudablemente la familia amiga de Freya. Luego dudaba, atraído por la blancura de las flamantes construcciones surgidas entre el caserío venerable.
Se había presentado a él un señorito de San Sebastián, de familia carlista, de los que llamaban hojalateros, muy gordo y muy lucio. Mire usted, don Miguel había dicho al ex escribano , yo soy muy carlista y mi familia también lo es; quisiera servir a don Carlos, pero, ya ve usted, no estoy para andar por el monte y desearía entrar en las oficinas.
Todos los días enviaba á las oficinas encargadas del socorro de los prisioneros grandes paquetes de víveres destinados á su hijo. Al final se negaban á admitirlos. No podía ocuparse el servicio únicamente en socorrer á un simple protegido de la duquesa de Delille. Había miles y miles de hombres que estaban en su misma situación.
Bueno, ya veré si encuentro algo le dijo Dorronsoro ; vuelva usted mañana. Volvió al día siguiente el señorito y preguntó: ¿Qué, ha encontrado usted algo? Sí, ya comprendo que no puede usted salir al monte; de manera que entrará usted en las oficinas... y pagará usted tres pesetas al día. Celebraron Martín y Bautista la decisión de Dorronsoro.
Lo mismo que podia variar en cada nacion el color del hábito, porque S. Benito no habia determinado color ninguno, podia tambien y debia forzosamente variar la arquitectura de los edificios, ya por su mayor ó menor número de oficinas, ya por los materiales con que fueran construidos, ya finalmente por el estilo artístico peculiar de cada pais.
A la caída de este gobierno, el 6 de noviembre de 1865, el populacho saqueó varias de las oficinas de palacio, y desapareció la bandera, que acaso fué despedazada por algún rabioso que se imaginaría ver en ella un comprobante de las calumnias que, por entonces, inventó el espíritu de partido para derrocar al presidente Pezet, vencedor en los campos de Junín y Ayacucho, y a quien acusaban sus enemigos políticos de connivencias criminales con España, para someter nuevamente el país al yugo de la antigua metrópoli.
Arriba, las oficinas estaban instaladas con mayor lujo: las paredes eran de un blanco charolado; brillaban las mesas y taquillas de madera rojiza, así como los lomos de cobre de los grandes libros de cuentas. Los verdes hilos de la luz y de los timbres corrían por las cornisas de una á otra pieza, y sobre las chimeneas funcionaban relojes eléctricos.
De las oficinas y almacenes no se conservaban en pie sino un piso casi derrumbado y algunas paredes ennegrecidas, en una de las cuales habían quedado intactos dos o tres cuadritos, con fotografías malas, y un impreso en papel amarillo, con las horas de entrada y salida de los trenes.
Aquí enfrente están las máquinas de lavado, que no trabajan sino de día; a mano derecha está el taller de composturas y allá abajo, a lo último de todo, las oficinas. En efecto; el lugar aparecía a los ojos de Golfín como lo describía Marianela.
Mostrando por esta prodigalidad cierta extrañeza un boticario de la población con quien alguna vez se dignaba hablar, le respondió con fría arrogancia: Pago una botella, porque me parece indecoroso que D. Pedro Quiñones de León pida una copa como cualquier c...tintas de las oficinas del gobierno político.
Palabra del Dia
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