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Actualizado: 22 de junio de 2025
Recordaba con dulce nostalgia su navegación de tres años antes, desde los Estados Unidos á las costas de Francia, cuando era oficial del ejército americano é iba á guerrear contra los alemanes.
¿Qué era aquello? ¿Qué sombras comenzaban a turbarle? ¿Qué temores iban girando en derredor de su imaginación como fieras que se pasean en torno de su presa? ¿Era que empezaba a aspirar el hedor de los pantanosos lodazales de la tierra, o acaso que, sintiendo el yugo opresor de la materia, tenía ya su espíritu la nostalgia de la inmortalidad?
Á partir de esta época padecieron de nostalgia. El conde que en este momento preside la mesa había sido educado en Francia desde sus más tiernos años por la voluntad de su madre, persona extremadamente caprichosa y extravagante, que nunca pudo acomodarse con el carácter franco y generoso y un poco rudo y agreste de su marido.
Estaban los dos sentados junto a un velador cubierto con fina y blanca servilleta; cenaban con sendas medias botellas de Burdeos al lado, y llegaban al momento necesario de la expansión y las confidencias; Mesía melancólico, pasando a tragos la nostalgia de lo infinito, que también tienen los descreídos a su modo, inclinaba mustia la gallarda y fina cabeza de un rubio pálido, y parecía un poco más viejo que de ordinario.
Gran patriotismo, tiempo, inteligencia y buenos deseos, y todo se andará. Islote de San Bernardino. El Gran Pacífico. Cielo y agua. Nostalgia. El secreto de las mareas. Calma sospechosa. Pesca del tiburón Los crepúsculos en la mar. Poca fué la estancia en San Jacinto y pocos fueron los víveres con que pudimos reforzar las cantinas de la María Rosario.
Algunas raras veces solía mostrarse amable y retozón, pero muy pronto caía en un acceso sombrío de bilis: gustaba de la soledad y pasaba largas horas acostado en las inmediaciones del cementerio, como si ya sintiese la nostalgia de la tumba. Sobre todo, le descomponía, le ponía fuera de sí el sonido de la flauta de Regalado.
Su alma, toda su alma está en esa cuartilla de papel como la palma de la mano, que tiembla en la punta del instrumento, sujeta por dos dientes de cobre. «Uno, dos, tres: empiecen.» A eso lo reducen todo esas gentes sencillas; los aires nacionales que tocan, jamás les producen nostalgia... ¡Ay! A mí, que no soy de la charanga, aquella música me entristece y me alejo...
La madreselva, arisca y melancólica por la nostalgia que la perturba, busca el campo de donde contra su voluntad la han traído; mira ansiosa á todos lados para orientarse; se va arrastrando por los troncos, por las barandillas, por las escalinatas, hasta que logra tocar con su crispada mano la cerca; sube; va trepando, trepando, y se asoma para ver horizontes y el libre espacio y hacerse la ilusión de que es libre.
El millonario lanzó al pasar una mirada melancólica sobre su yate enorme y gallardo, una mirada en la que vió Aresti la nostalgia de la vida del mar, de los amplios horizontes, de la existencia libre, sin las miserias y preocupaciones terrestres. Se aproximaban á Las Arenas. El puente de Vizcaya cortaba el horizonte con su red de cables movibles.
«Esto no es infidelidad pensaba Bonis , esto es un 'sálvese el que pueda'». Su conciencia de amante, la falsa conciencia del romántico apasionado por principios, le acusaba, le decía que los recientes vapores de la orgía le prestaban un fuego que no era fingido; fuese resto de borrachera, agradecimiento, nostalgia de la luna de miel o lo que fuese, ello era que aquel panteísta de la hora de los brindis no sentía repugnancia ni mucho menos al cumplir aquella noche sus más rudimentarios deberes de esposo; a la sorpresa que le causó la extraña actitud de Emma, sucedieron pronto muchas sorpresas de un orden inenarrable, llámese así, sorpresas que le enseñaron allá entre sueños, que el que más cree saber no sabe nada, que las apariencias engañan, que la aprensión hace ver lo que no hay, y viceversa; en fin, ello era que, o los dedos se le antojaban huéspedes, o veía visiones, o su mujer no estaba tan en los últimos como ella decía, ni las gallinas y chuletas que juraba no digerir, ni los vinos exquisitos que aseguraba ella que la envenenaban, dejaban de surtir sus efectos en aquella «naturaleza»; que las unturas y el algodón en rama habían producido una... palingenesia.... algo así como una vegetación de la oscuridad, pálida, pero no mezquina.
Palabra del Dia
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