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Actualizado: 15 de junio de 2025
Cuando me escribieron dándome cuenta de una joven que se llamaba mi nieta, estuve muchos días preocupada con esto... He tenido mucha curiosidad de ver a usted..., y ahora que la veo, no puedo negarle que me interesa un poco.
Si la apariencia, si el semblante son indicios de la condición moral de las personas, desde luego aseguro que al declararse usted nieta mía, no la ha movido ningún interés maligno. Usted es sincera y honrada, usted tiene la convicción...
Luego sintió nostalgia y cierta cortedad al verse arriba, en el comedor, sentada á una mesa enorme, teniendo enfrente á su nieta, y más allá á un criado ceremonioso que tampoco le era simpático. Admiraba los manjares, reconociendo que nunca había comido tan bien, pero sentía un vivo deseo de terminar cuanto antes. Miró el reloj de la chimenea. Eran cerca de las ocho. No tengas prisa, abuelita.
En una de estas ocasiones, o porque el abuelo se espontaneara algo más, o porque fueran más vivas las tentaciones de la curiosidad de su nieta, díjole ésta en crudo: Quiero saber lo que usted piensa de esas cosas de mamá. ¿Por qué me trataba antes tan mal, y me contempla y mima tanto ahora?
Su misma nieta, objeto exclusivo de los desvelos del pobre hombre, dudaba muchas veces si tenía en él un protector cariñoso o un enemigo más de quien temer contrariedades y desabrimientos. Pero, vamos a ver decía el ex contratista a su hija cuando más desatinados eran los extremos que ésta y su marido hacían en honor del hijo varón , ¿a qué vienen esas majaderías?
Doña Paula, ante aquella repentina aparición, se quedó un instante clavada al suelo, el rostro blanco y aterrado, la mirada atónita. Después cayó pesadamente al suelo, arrastrando en la caída a su nieta. El Duque se apresuró a levantarla. Luego, ante un gesto imperioso de Ventura, la dejó sobre el sofá y huyó. A las voces de la joven, acudieron los criados y luego Cecilia.
Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llamábala nieta, y ella la tenía por abuela.
Fenece aquí la triste su triste hora, Cubierta de mil flechas y arpones: Doña Maria de Angulo, causadora De motines, revueltas y pasiones, Amiga de mandar, y tan Señora, Que con todos tramaba disenciones: Su nieta Doña Elvira, mal herida, Quedaba entre las yerbas escondida.
Pero ¿de qué había nacido el obstinado empeño que yo tuve desde que llegué a Tablanca y conocí a la nieta de don Pedro Nolasco, en averiguar «lo que había» entre ella y Neluco, dando por supuesto que «había algo...» y que tijeretas han de ser? Al fin y al cabo, ¿qué me importaba a mí que lo hubiera o no lo hubiera?
Si otra de menor condición que la mía pudiera contentarse con ser admitida fríamente en linaje como el vuestro, lo que debo a mis padres y el respeto que me tengo, me imponen la triste obligación de rehusar cualquier alianza en que el orgullo castellano crea únicamente dar una piadosa hospitalidad a la nieta de los reyes de Granada.
Palabra del Dia
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