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Actualizado: 24 de junio de 2025
Morsamor hablaba a menudo con Tiburcio, que andaba retraído, y le comunicaba cuanto iba aprendiendo. Tiburcio le oía, no daba crédito a nada y se reía de todo. Pero no me negarás le decía Morsamor que Sankarachária sabe y puede mucho. Yo no te lo niego contestó Tiburcio . Lo que te niego, es que su saber y su poder se funden en lo que él dice.
Con todas estas consideraciones procuro hacer aborrecible el amor de esta mujer; pongo en este amor mucho de infernal y de horriblemente ominoso; pero como si tuviese yo dos almas, dos entendimientos, dos voluntades y dos imaginaciones, pronto surge dentro de mí la idea contraria; pronto me niego lo que acabo de afirmar, y procuro conciliar locamente los dos amores. ¿Por qué no huir de ella y seguir amándola sin dejar de consagrarme fervorosamente al servicio de Dios?
Adora á un ídolo, á fin de que ese ídolo agradecido se convierta en idólatra suyo. Por eso es generoso á su manera; es generoso efectivamente, espléndido y hospitalario; da como nadie, porque da como gana, y nadie gana como él; da, no se lo niego, no debo negárselo; pero da con su cuenta y razon.
La sinceridad y la franqueza son siempre lo que más cuenta nos trae hasta por el lado práctico y útil. Niego esa ciencia o ese arte de mirar. Para nada le necesito.
Hablaré de esto al padre Jacinto para que él hable á mi madre, la convenza de que me conviene y quiero ser monja, y en vista de mi resolución desengañe á D. Casimiro. Desengaña tú, desde luego, al infeliz D. Carlos. No te niego que le he querido, que le quiero aún; pero no se lo digas. Díle que quiero á otro; que en mi corazón hay un inmenso vacío, donde reinan pavorosas tinieblas.
Y como no niego ninguno de los cargos anteriores, tampoco puedo negar, si tal cargo es, el de haber ayudado á la hija de Soley á pasar el vado de Las Hayas, en atención á que la pobre muchacha tenía puestos zapatos y medias y su saya de los domingos, al paso que yo iba descalzo y se me importaba un bledo remojarme los pies.
Esta si es racional es certísima, porque si es racional se funda en experimentos hechos con toda exâctitud. Si el hombre está asegurado de la verdad por racional y bien fundada experiencia, puede reirse con mucha satisfaccion de los Sofistas, que con gran desembarazo dicen: Niego la experiencia: no me hace fuerza la experiencia. Va un hombre por una senda poco trillada á un lugar.
¡Ya lo creo! ¿Y dónde creerás que pica? Vegallana se volvió para mirar a Mesía. Este señaló el corazón con ademán joco-serio. ¡Puf! hizo con los labios Paco. ¿Lo dudas? Lo niego. No seas tonto. ¿Tú no crees en la posibilidad de enamorarse? Yo me enamoro muy fácilmente.... No es eso. ¿Y te pones colorado? Sí; me da vergüenza, ¿qué quieres? Esto debe de ser la vejez. Pero, vamos a ver, ¿qué sientes?
Los dos se habrían unido para siempre, pero no se habrían contentado con un tácito compromiso, habrían solicitado la sanción social y la divina, porque la ley moral quiere que el amor sea el fundamento de la familia: así no muere, o tal vez se transforma. Nosotros nos hemos conocido demasiado tarde. Yo no niego que se pueda amar más de una vez, principalmente de parte de los hombres.
El antiguo emigrado de Lóndres tenia razon. El elector de bronce, aquella grande historia, lo nombró diputado primero, presidente de la república despues, emperador más tarde. No niego lo que este emperador haya podido hacer; pero creo que el otro emperador, el ELECTOR de la columna de Vendome, ha hecho mucho más. Vamos á la anécdota del general Welington.
Palabra del Dia
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