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Actualizado: 24 de julio de 2025


A lo menos, el que yo tuve; que de vuestra merced ya yo que no le conoce, ni sabe qué es temor ni espanto. -No niego yo -respondió don Quijote- que lo que nos ha sucedido no sea cosa digna de risa, pero no es digna de contarse; que no son todas las personas tan discretas que sepan poner en su punto las cosas.

¿Será acaso que por esta misma abundancia de novelas se necesite emplear un arte exquisito y profundo para que sobresalga entre todas las demás la que nosotros escribamos? Yo lo niego redondamente. El buen gusto, el delicado juicio estético, si no está en contradicción crea notable confusión en este punto.

¿Se atreve usted á negarlo? dijo Paz, dando algunos pasos hacia ella con el resplandor de la ira en los ojos. Yo ... no dijo Clara, retrocediendo con espanto. ... lo niego. Después añadió, haciendo un esfuerzo por calmarse y calmar á su juez: Óigame usted, señora: yo le contaré la verdad; le diré lo que ha sido. Yo soy inocente; yo no he permitido.... ¡Jesús, Jesús!

Y usted lo ha animado y hasta excitado... Le ha hecho usted perder la cabeza. Nada de eso. Puedo afirmar que es enteramente dueño de mismo. Luciana exclamé, júreme usted que no hay nada entre ustedes. De buena gana, amigo mío... Pero, ¿qué llama usted «nada»? Me ha hecho el amor, no lo niego. Pero usted, ¿qué ha respondido? Palabras sin significación... y nada más.

No niego que esto es preferible á vernos asaltados por una partida de beduinos ó de turcomanos, pero nosotros nos guardarémos muy bien de llamarlo virtud. Le llamarémos habilidad; virtud, no. ¿Por qué no? Vamos á explicarnos; pero, lector mio, con tu vénia, hablarémos en adelante en singular. Yo tengo una tienda, un café, un teatro, una fonda.

Merchán en que en Cuba la corrupción administrativa es deplorable: es un mal que requiere pronto y enérgico remedio. ¿Pero le hallará la rebelión, si triunfa y establece en Cuba una República independiente? Lo dudo, y no digo rotundamente lo niego, porque no me precio de profeta, porque mi optimismo no tiene limites y porque no he perdido la fe en lo sobrenatural y milagroso.

No niego yo la posibilidad de nada; me limito a declarar que no percibo, por ejemplo, gloria mayor, ni en lo presente ni en lo futuro, a la de la antigua Grecia, que echa el cimiento, crea la traza y forja el molde de toda la ulterior cultura europea; a la de una sola ciudad, Roma, que se enseñorea de lo mejor del Orbe, y con sus leyes y su idioma lo unifica y lo prepara para recibir con mayor facilidad otro más alto elemento de civilización; y a la de esta misma Península en que vivimos, que, para extender esa civilización más allá de los linderos y términos conocidos hasta entonces, logra descubrir nuevos mundos.

Una vez señalado el bien, verdadero o engañoso, ¿quién no va a él por acto tan voluntario como necesario, ya que amar y apetecer el bien es la esencia misma de toda voluntad? El amor de propio es de necesidad; necesidad de quien ni el mismo Dios se sustrae. No niego yo que sea así. Convengo en todo, Padre. Pero ¿dónde está entonces la libertad, la responsabilidad de nuestros actos?

; le niego fe, como usted también se la niega, porque esa declaración no es desinteresada, desde que el que la dio tenía en mira su propia libertad; porque no solamente un loco puede declararse autor de un delito que no ha cometido, sino también aquel que quiere sacrificarse... ¿Entonces, usted sostiene?...

¿Qué milagro hay hasta ahora? Que don Rodrigo Calderón no vea más que un hombre, cuando tiene delante un enemigo. Don Rodrigo es valiente... Pero más valido. Y en cuanto á valor no niego que es mucho el valimiento del tal, como que de todo se vale para valerse: ¡válame Dios con tu cuento! Pero cuenta, hijo, y ten presente de no mentir. ¿Qué hubo al cabo?

Palabra del Dia

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