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Actualizado: 30 de septiembre de 2025


Silas se irguió trémulo sobre las rodillas y miró alrededor de la mesa; ¿no estaría allí su oro, al fin y al cabo? La mesa estaba vacía. Entonces miró atrás suyo, recorrió con la vista toda la pieza, pareciendo dilatar sus pupilas negras para ver si, por casualidad, las bolsas, no aparecían en los sitios en que las había buscado en vano.

Cecilia, como suele acontecer a todos los temperamentos serios cuando se animan súbitamente, estaba encendida y locuaz. Parecía haber sacudido las ideas negras que tanto obscurecían su rostro en los días anteriores. Gonzalo, antes de ponerse a la mesa, bromeó graciosamente, tanto con ella como con su mujer.

De las costumbres pasaba a las aventuras, narrando las que podían ser narradas delante de una niña, y entreteniéndose sobre todo a pintar con negras tintas las desdichas de la época de novatada y las crueldades que con ellos ejecutaban los antiguos.

Vestía los huecos y floreados guardainfantes que le enviaban de las mejores tiendas de Lima, con perlas en el pecho, perlas en las orejas, perlas esparcidas por todo el traje. Más allá del estrado, sentadas en el suelo y con las piernas cruzadas, estaban unas cuantas negras con sayas de blancura deslumbradora.

Subiendo un poco mas en el edificio central, la bóveda se cierra, y afuera, sobre un balcon circular al aire libre, el espectador registra el original del cuadro interior, es decir el inmenso Lóndres, en cuyas calles hormiguean millones de hombres que parecen insectos y millares de millares de vehículos; en cuyo rio se cruzan los vapores, los navíos, los botes y las góndolas en asombrosa multitud; y de cuyos centenares de miles de chimeneas se desprenden las negras columnas de humo ó las blancas espirales de vapor que componen el manto lúgubre ó sudario que ha de envolver algunos momentos despues á la metrópoli gigantesca del comercio y la navegacion, de la industria y el movimiento, de la suprema opulencia y de la suprema degradacion y miseria.... La contemplacion de esa capital, desde tan alto observatorio, causa un vértigo semejante al que producen el movimiento y la faz del océano; y el observador que busca hechos y enseñanzas útiles no puede ménos que hacerse las mas contradictorias reflexiones acerca del modo como el bienestar se encuentra, no diré repartido, sino clasificado entre las grandes capas de la sociedad.... Lóndres es la ciudad-escuela por excelencia, porque abriga en su hirviente seno todos los elementos de la lucha terrible empeñada entre la civilizacion y la barbarie, es decir: la justicia y la iniquidad, el goce fecundo y la miseria.

Ora llegaba hasta la espumante cresta de una ola gigantesca, donde se sostenía por un milagro de equilibrio, parecida a un pájaro marino; ora caía con rapidez vertiginosa en abismos insondables, verdaderas simas negras y sin fondo, que a cada momento amenazaban tragársela, pero de donde salía como una flecha para volver a montar en la cresta de otra ola.

«¡Sigue la broma! se dijo mordiéndose los labios . Pero yo ¿qué hago aquí? ¿Qué me importa todo esto?... Si ella es como todas... mañana lo sabré. ¡Estoy loco! ¡estoy borracho!... ¡Si me viera mi madre!». En la pared de la casa de enfrente la luz que salía por los balcones interrumpía con grandes rectángulos la sombra, y por aquella claridad descarada y chillona pasaban figuras negras, como dibujos de linterna mágica.

Rodolfo mío: es preciso que cambies de modo de pensar; que apartes de esas ideas tan raras y tan negras, y que ames la vida; que la ames como yo la amo, como un don del cielo. ¿Dices que la vida no es más que dolor? No es cierto.

La preferida apareció con su forma elegante y su lujosa pasamanería, en la cual las centellicas negras del abalorio, temblando entre felpas, confirmaban todo lo que los poetas han dicho del manto de la noche.

En cuanto a la niña, espigadita para sus once años, hería el corazón de Julián por el sorprendente parecido con su pobre madre a la misma edad: idénticas largas trenzas negras, idéntico rostro pálido, pero más mate, más moreno, de óvalo más puro, de ojos más luminosos y mirada más firme. ¡Vaya si conocía Julián a la pareja! ¡Cuántas veces la había tenido en su regazo!

Palabra del Dia

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