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Actualizado: 25 de julio de 2025
Oyéndome el cacique éstas y otras conveniencias, dió un grito y suspiró, diciendo: » Me tuviera por ingrato y vil, después de tantas finezas y estimación que habéis hecho de mí, si en alguna cosa os mintiera y engañara, y negando lo que me pedís os desazonara; y aunque no me queráis creer, os desengaño, Padre, de que en todas nuestras tierras no hallaréis parajes, ni las comodidades que decís para fundar, pues lo mismo que véis y reconocéis en este mi pueblo, sucede en todos los demás; y aunque en tiempo de lluvias, por causa de las avenidas, corren algunas cañadas con abundancia de agua, mas pasados algunos meses no quedan más que las madres secas, y sin agua, por lo cual luego nos desparramamos con nuestras chusmas á buscar qué comer y qué beber.
Cierto; sin el ardid que había empleado con la nihilista, el Príncipe y ella misma habrían continuado negando, escudándose con la verosimilitud del suicidio. Era también evidente que de los dos, el más cuidadoso de la salvación común había sido, desde los primeros días, la Natzichet. En todos los interrogatorios se había esforzado visiblemente por empujar al Príncipe a la defensa.
Otros dos hombres perversos, Romano y Sebastian, padre é hijo, cada uno de ellos peor que el otro, se declararon hereges antropomorphitas, de los que daban á Dios cuerpo negando la universalidad de su presencia; salió á la defensa de la verdad el intrépido y santo abad Sanson, y fué por Hostegesio perseguido.
Esto parece hallarse en contradiccion con nuestras ideas mas comunes; pues por lo mismo que concebimos una cosa extensa, concebimos tambien la necesidad de un lugar igual á ella, en que pueda caber y situarse. Esta dificultad, á primera vista muy grave, se desvanece muy fácilmente, negando que toda cosa extensa necesite un lugar distinto de ella en que colocarse. ¿Qué es este lugar?
Amparo y el teniente, en un extremo del balcón, volviendo casi la espalda a la plaza y aislados del grupo juvenil que hablaba y reía junto a ellos, tenían el aspecto de verdaderos novios; él, serio, solemne, llevándose la mano al tercer botón de la guerrera, que es donde suponía estaba el corazón, mirando algunas veces al cielo, todo para dar más fuerza y sinceridad a lo que decía; y ella, con cierta sonrisilla irónica, negando con graciosos movimientos de cabeza y volviendo algunas veces la mirada para ver si el «posma» seguía allí.
Pepe, que prefería hablar sólo de su amor, o que se había propuesto callar interioridades de su casa, contestó negando, y Paz acabó por decirle: Si crees que es mera curiosidad, no despliegues los labios; pero conste: quedo en libertad para averiguarlo. Averigua lo que se te antoje, pero quiéreme mucho. La entrada de don Luis cortó el diálogo.
Aunque la comparación se me rechace, negando la paridad de las circunstancias y alegando el muy diverso carácter de las épocas, todavía inclina un poco el ánimo a tener por algo problemática la habilidad del rey Don Felipe. Su circunspección pecaba de minuciosa. Tal vez dificultaba sus empresas la abundancia de medios que empleaba para darles cima.
Está usted descubierto, señor mío. El tímido Rafael creía que el balcón iba a hundirse bajo sus pies. Temblaba de miedo, arrebujábase en el manto de pieles, sin saber lo que hacía y protestaba con enérgicas cabezadas, negando las afirmaciones de Leonora.
He aquí lo que dice en su égloga á Claudio: «Débenme á mí de su principio el arte, Si bien en los preceptos diferencio Rigores de Terencio, Y no negando parte A los buenos ingenios tres ó cuatro Que vieron las infancias del teatro, Pintar las iras del armado Aquiles, Guardar á los palacios el decoro, Iluminados de oro Y de lisonjas viles, La furia del amante sin consejo, La hermosa dama, el sentencioso viejo.
4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente sin temor ni reverencia de Dios; los cuales desde antes habían estado ordenados para esta condenación, convirtiendo la gracia de nuestro Dios en disolución, y negando a Dios que solo es el que tiene dominio, y a nuestro Señor Jesús, el Cristo.
Palabra del Dia
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