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Actualizado: 8 de junio de 2025
No se consideraba así como una ligereza indecorosa que las personas viejas y las de cierta edad bailaran un poco antes de sentarse a jugar a los naipes; esto era más bien considerado como una parte de sus deberes oficiales.
El duque, algo apabullado por los excesos de la buena vida, un tanto muerta la mirada por el mucho trasnochar o la afición a los naipes, era todavía un hombre bien plantado, elegante, de educación británicamente escrupulosa en lo que a la etiqueta se refiere, y hasta instruido.
En lo más alto del frágil edificio estaban dos aprendices recogiendo las que les arrojaban desde abajo, entrecruzándolas, añadiendo nueva altura a la frágil construcción que sobrepasaba los tejados y amenazaba derrumbarse, cimbreándose al menor movimiento como una torre de naipes. El encargado de la tonelería, un hombre robusto, de sonrisa bondadosa, se aproximó a Montenegro.
Desde aquel día el mayorazgo no vivió más que para sus ilusiones, y, agobiado por ellas, tornóse caviloso, taciturno y solitario; huyó de los partidos de naipes y de bolos; y si alguna vez, cediendo á las instancias de los amigos, tomaba cartas, era para dejarse acusar las cuarenta por el último zarramplín del lugar. Don Silvestre, en fin, llegó á encontrar insoportable el rincón de sus mayores.
A cada jugada, alguno de los tres agarraba el jarro, bebía en él reposadamente y lo pasaba á los compañeros, que lo iban empinando igualmente con no menos ceremonia. Los espectadores más inmediatos miraban los naipes á cada uno por encima del hombro para convencerse de que jugaba bien.
Yo no quiero decir que nuestra libertad se conquiste á filo de espada, la espada entra por muy poco ya en los destinos modernos, pero, sí, la hemos de conquistar mereciéndola, elevando la razon y la dignidad del individuo, amando lo justo, lo bueno, lo grande hasta morir por él, y cuando un pueblo llega á esa altura, Dios suministra el arma, y caen los ídolos, caen los tiranos como castillo de naipes, ¡y brilla la libertad con la primera aurora!
¡Bonita facha la mía para ir allá! ¿Qué viene a buscar ese viejo? dirán. ¡Andrés! No, amito; conocerse no es morirse.... A las nueve y media llegué a la casa de Gabriela. En la antesala jugaban a los naipes varios amigos. Sarmiento, Porras, don Carlos y el P. Solís. La señora y Pepillo estaban todavía en el comedor. No bien saludé a los jugadores cuando apareció Gabriela.
Por lo general, no hay tertulia o reunión para divertirse donde no se baile o se juegue a los naipes. Sin tresillo para los viejos y sin polkas y valses para los jóvenes, todos por lo común se aburren. Es de admirar, por lo tanto, una tertulia, como la de nuestra Condesa, donde sólo con charlar se divertía la gente.
Son los primeros días de otoño; los balcones están cerrados; el viento mueve un leve murmullo en el jardín; poco a poco van llegando los socios a su recreo de la noche; brillan las lámparas eléctricas. Estos socios, unos juegan a los naipes; otros, al dominó juego muy en predicamento en provincias , otros charlan sin jugar a nada.
¡No, verdaderamente, es inicuo!... Se me deja crecer con una esperanza quimérica y comprometer, acaso, mi porvenir, y, de la noche a la mañana, todo se viene abajo como un castillo de naipes y se me deja reducido a una medianía que no es siquiera dorada. Impotente para devorar su amarga decepción, pisoteaba rabiosamente la estera de China que cubría el suelo.
Palabra del Dia
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