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Al llegar al último tramo, ella estrechó también la mano de Morsamor; y de su fresca boca, que a él pareció cáliz de perlas y rubíes, colmado del aroma y del néctar que aspiran y beben los inmortales, salieron en voz baja y suave estas dulces palabras: Me has salvado la vida. Tómala si lo deseas. Eres su dueño.

Si cuando sumergimos nuestras bocas en el agua, hubiera venido un solo francés con un látigo, habríanos azotado, sin que intentáramos defendernos. Después de emborracharnos en aquel néctar fangoso, superior al vino de los dioses, nos reconocimos otra vez en la plenitud de nuestras facultades. ¡Qué Inmensa alegría! ¡Qué superabundancia de fuerza y de orgullo!

Un afluente arroyuelo, que de la selva umbría desciende entre peñascos, la baña con amor; y un chorro le regaba por tosca cañería, que en la callada noche es canto y melodía y néctar cristalino del día en el calor.

Las dos criadas, que entraron en pos de ella, colocaron también sobre la mesa blanco pan, anchas copas y sendos y grandes jarros. Señalándolos Teletusa con el dedo, habló así: Este es vino rancio y seco de Chipre, néctar exquisito, consagrado a Venus, cuya fue aquella isla, allá en las edades felices en que vivieron y reinaron las diosas entre los mortales.

Y de este venían los artistas, los cantantes.... Ser italiano, ser artista... ser músico, esto era miel sobre hojuelas y néctar sobre la miel.

Toma, que buen provecho te hagan." "¡Mirad dije entre qué néctar o ambrosía me da este poeta, de los que ellos dicen que se mantienen los dioses y su Apolo allá en el cielo!" En fin, por la mayor parte, grande es la miseria de los poetas; pero mayor era mi necesidad, pues me obligó a comer lo que él desechaba.

Antes de servir la comida puso sobre la mesa, á guisa de aperitivo, una botella ventruda de vino del país, un néctar de las laderas del Vesubio, con un lejano sabor de azufre. Freya tenía sed y le inspiraba recelo el agua de esta trattoria.

Pero seguía llenándose el vaso entre bocado y bocado, paladeando el néctar frío y envidiando a los ricos que podían permitirse diariamente este placer de dioses. María de la Luz bebía tanto como su padre. Apenas vaciaba su copa, se apresuraba el señorito a llenarla. No eches más, Luis suplicaba. Mira que me voy a emborrachá. Esta bebía es traidora.

Allá en el extremo de una mesa, á solas con una botella de jerez, libaba el néctar andaluz pausadamente sin tomar parte en la algazara. Hasta creyeron ver algunos que una lágrima se deslizaba de sus ojos y caía sobre la mesa. Miren ustedes el dorio exclamó el troglodita don Casiano. ¡Pues no está llorando! En mi vida he visto un hombre más gracioso.

En ellos no hay nada reprensible; ellos son el manantial de muchas acciones virtuosas, de resoluciones sublimes, de hazañas sorprendentes. Pero si ese mismo sentimiento se exagera, el néctar aromático, dulce, confortador, se trueca en el humor mortifero que fluye de la boca de un reptil ponzoñoso, la emulacion se hace envidia.