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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Como un vago rumor empezó á circular la murmuración de que también á Momaren lo habían llevado á su casa, en las primeras horas de la mañana, unos hombres que lo encontraron cerca del puerto. Pero como se trataba de un personaje oficial, fué imposible conocer la verdad.
Pero la desconsolada señora temía a la gente que la rodeaba; aquella curiosidad de ciudad pequeña, aburrida en su monotonía, siempre alerta, a la caza de un nuevo suceso para gozar el placer de la murmuración.
-Así es verdad -replicó don Quijote-, por lo cual los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que ejercitan con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuración maliciosa, de quien no hay estado que se escape.
Por ésta razón había entre las damas madrileñas cierta indulgencia hacia ella. En sus natos de murmuración le guardaban más consideraciones que a las otras; la reconocían un cutis muy fino, unos ojos muy hermosos, y gusto.
Yo las seguí maquinalmente.... «Parece que...» Estas palabras resonaban en mis oídos como los rumores de lejana tempestad. ¡Bien sabía yo hasta dónde era capaz de llegar la murmuración villaverdina!
Poco a poco los círculos de la murmuración se animaban, la calumnia encendía los hornos, y los últimos que llegaban, los regazados, encontraban aquello hecho una gloria. «¡Qué ocurrencias, qué fina malicia, qué perspicacia! ¡Oh, el ingenio vetustense!». El Magistral fue aquel año la víctima de las dionisíacas de la injuria; no se hablaba más que de él.
Serpientes os nazcan en casa que os muerdan, como mordieron á los que Dios castigó en la murmuracion. Qualquier casa en que viviéredes sea maldita, descomulgada, y caigan sobre vosotros piedras al entrar en ellas, como cayeron los muros de Jericó. Hurtos os hagan en el patio de Palacio, ó en la casa de la India.
Luego hay mujeres, que porque han tenido una desgracia o una flaqueza, que se ha hecho pública por este hermoso sistema de sociedad, están siempre acechando la ocasión de encontrar cómplices o imitadoras que las disculpen, las cuales ahogan la vergüenza en la murmuración. Si hablas a una bonita, la pierdes; si das conversación a una fea, quieres atrapar su dinero.
¿Se atrevería la autoridad a tomar una medida represiva?». ¡Y si fuera eso lo peor! decía el Arcediano. Y entonces comenzaba el segundo capítulo de la murmuración. «Lo peor era que, con razón o sin ella, pero no sin que las apariencias diesen motivo para las hablillas, se decía que el Magistral quería seducir, y en camino estaba, nada menos que a la Regenta».
La tertulia de Cascos y la tienda de los Porches habían sido, respectivamente, ocasión y teatro de muchas de aquellas aventuras, que se envolvían en un picante misterio y después venían a ser pasto de una murmuración misteriosa también y no menos picante.
Palabra del Dia
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