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Más bien se podía tildar a doña Manolita de tenerla. Más bien se la podía acusar de que, sin envidia ni encono, y sólo por amor al arte, gustaba algo de la murmuración, y seguía demasiado, como regla para sus juicios, aquella terrible sentencia de piensa mal y acertarás.

No tanto como usted cree respondió vivamente el cura. Si he comprendido bien continuó dirigiéndose a , querría usted saber cómo se distingue una solterona voluntaria de una forzosa, cuando ambas son de cierta edad... Eso es, señor cura, enteramente eso. Entonces replicó el cura sonriendo a medias, se tiene ya la murmuración del pueblo como base de información...

Llevando cada cual un bocado sabroso al festín de la murmuración pasaban dulcemente las horas, amigos allí, distantes unos de otros en el comercio de la vida ordinaria. Rubín, al verse vencido, pues hasta el agente de Bolsa, que era el más libre-pensador de todos, se cayó del lado de Pedernero, buscaba camorra, empleando argumentos de mala fe y personalizando la disputa.

No tuve la curiosidad de ver cuánto tardamos en la travesía; pero á me pareció sumamente larga. Excuso decir que á mi mujer la pareció infinitamente más larga que á , porque no se fija en las cosas con la intencion de estudiar y aprender, sino con el ahinco, franca y netamente español, de hacer burla de los franceses, y el aliciente de la murmuracion dura poco.

CIPIÓN. Por haber oído decir que dijo un gran poeta de los antiguos que era difícil cosa el no escribir sátiras, consentiré que murmures un poco de luz, y no de sangre; quiero decir que señales, y no hieras ni des mate a ninguno en cosa señalada; que no es buena la murmuración, aunque haga reír a muchos, si mata a uno; y si puedes agradar sin ella, te tendré por muy discreto.

No; pero pensarán que no haces más que repetir lo que yo digo. Y dirán la verdad. Quién me dijo ahora, al salir de allá: «¿Viste, oiste? ¡Eso no es tocar! ¡Lástima de piano!» ¿No fuiste ? Pues entonces ¿de qué te espantas? Yo diré lo que me la gana. Ya lo sabes: ¡tan fea como tan franca! Me indignaba la murmuración de aquellas niñas tan mal educadas y tan cursis.

Lo que es la abuela o alguna tía, a quienes el romadizo había impedido ir a cumplir con la viuda, preguntaban. ¿Y quién rompió el chivato? Doña Estatira, la mujer del escribano. Ella había de ser, ¡la muy sinvergüenza! ¡Ya se ve..., una mujer que tiene coraje para llamarse Estatira!... Por más que cavilo no acierto a darme cuenta del porqué de esta murmuración. ¡Caramba!

Por otra parte, doña Manolita, con su charla, su desenvoltura y sus chistes, era el órgano más autorizado y resonante de la opinión pública en Villafría, y doña Manolita, no ya no habiendo el menor motivo, pero aunque le hubiese, no hubiera consentido jamás en que se dijese nada contra doña Luz; hubiera ahogado en sus burlas la voz de la murmuración más descocada.

Es fuerza ver fin y punto a las contemplaciones; también suenan ciertos rumores de moros berberiscos saltados en la playa, y que se abrigan en estos contornos. ¿Qué es esto, señor, no hay justicia? ¿Se han de permitir por más plazo los tratos y contratos de los rebeldes, la murmuración y las sediciones? ¿Qué es esto, señor? ¿Señor, dónde estamos?

La idea de ser motivo de murmuración influye poderosamente en nuestro espíritu para corregirnos de muchas ridiculeces y tonterías, de muchas vanidades, de muchos pequeños defectos. Ella es un freno para dominar los impulsos de nuestro carácter, para medir nuestras palabras, para ordenar nuestras ideas, para componer armónicamente nuestras maneras y gestos.