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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Hija mía; bueno es pensar en lo de allá, pero es también prudente pensar en lo de acá.... Mira, precisamente estos días estaba yo imaginando que si se muriese uno de nosotros, al que sobreviviese le quedarían bastantes enredos.... ¿Por qué?

Morir... ¡Bueno, se resignaba!; por el pobre viejo lo sentía, falto de ayuda. Pero al menos que muriese como su madre, en plena primavera, cuando todo el huerto lanzaba risueño su loca carcajada de colores; no cuando se despuebla la tierra, cuando los árboles parecen escobas y las apagadas flores de invierno se alzan tristes en los bancales.

Una señorita de treinta y siete años, muy correosa y espiritada, que se confesaba con él, llegó a decir entre burlas y veras: Padre, ¡qué sería de si usted se muriese! Lo cual hizo reir a los circunstantes y pareció molestar un poco al correcto sacerdote. La marquesa quiso prohibirle que pronunciase aquella tarde la plática de costumbre; pero él se negó rotundamente a ello.

En aquel histórico lugar, donde comenzaba la zona en que sería totalmente visible la catástrofe, no se hallaba constituída ninguna comisión de astrónomos, armada de instrumentos, con objeto de hacer la autopsia al astro-rey luego que muriese....., y por eso mismo habíamos determinado mis amigos y yo establecer allí nuestro observatorio poético, ganosos de experimentar en el momento solemne todas las emociones dramáticas y religiosas de la inocencia ó de la ignorancia..... Estábamos, pues, solos con el coro trágico, y el coro trágico se componía de labriegos del país..... ¡De aquellos labriegos que rara vez suben á la antiquísima fortaleza, pero siempre para honra y gloria de España!

23 Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus hijos a los caldeos, y no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás preso, y a esta ciudad quemará a fuego. 24 Y dijo Sedequías a Jeremías: Nadie sepa estas palabras, y no morirás. 26 Les dirás: Supliqué al rey que no me hiciese tornar a casa de Jonatán para que no me muriese allí.

Vos, antes de que muriese Felipe II, mucho tiempo antes, érais el favorito, los andadores del príncipe de Asturias; cuando Felipe II murió, vos fuísteis lo que sois ahora, secretario de Estado universal de Felipe III. Vuestra privanza con el rey cuando era príncipe, os costó poco; era, como lo es, vanidoso y grave, y vos adulásteis su vanidad y su tiesura; era, como lo es, devoto, y vos supísteis haceros más devoto que él.

¿Y sabes, mujer, que yo quise depositar el dote para cuando ella muriese y quedarme en su compañía, y no quiso?

No tratamos tan secretamente nuestros amores que no viniesen a noticia de mi señora, la cual, por escusar dimes y diretes, nos casó en paz y en haz de la Santa Madre Iglesia Católica Romana, de cuyo matrimonio nació una hija para rematar con mi ventura, si alguna tenía; no porque yo muriese del parto, que le tuve derecho y en sazón, sino porque desde allí a poco murió mi esposo de un cierto espanto que tuvo, que, a tener ahora lugar para contarle, yo que vuestra merced se admirara

Voy a libertar a Vd. de mi presencia odiosa. Adiós para siempre. Dicho esto, Pepita se levantó de su asiento, y sin volver la cara inundada de lágrimas, fuera de , con precipitados pasos se lanzó hacia la puerta que daba a las habitaciones interiores. D. Luis sintió una invencible ternura, una piedad funesta. Tuvo miedo de que Pepita muriese.

Tenía un presentimiento vago de no volverla a ver, no porque ella se muriese, sino porque dentro del convento y contagiada de la piedad de las monjas, podía chiflarse demasiado con las cosas divinas y enamorarse de la vida espiritual hasta el punto de no querer ya marido de carne y hueso, sino a Jesucristo, que es el esposo que a las monjas de verdadera santidad les hace tilín.

Palabra del Dia

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