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Actualizado: 12 de agosto de 2024


No ignoraba Roger que á pesar de la decadencia de la familia, su hermano Hugo ocupaba todavía una posición independiente y de relativa importancia en la comarca, y contemplaba con orgullo aquellos gigantes del bosque perteneciente por tantas generaciones á los Clinton de Munster.

¿Pues de quién han de ser, farsante, sino mías? ¿Por ventura no soy yo Hugo de Clinton, descendiente de Godofredo y de todos los señores que ha tenido Munster por más de trescientos años? ¿Pretendes disputármelo, falderillo? Pero no, que eres de una raza tan perezosa para trabajar como cobarde para habértelas con un hombre. ¡Huye ó te estrello!

Maltrana había realzado su triunfo manteniéndose en serena modestia, fingiendo no ver las miradas curiosas y admirativas. El señor Munster le hablaba ahora con respetuosa gravedad, no osando permitirse más bromas con un hombre que andaba a tiros y almorzaba luego tranquilamente sin acordarse del peligro.

Á su puerta se detuvo el joven, contemplando distraídamente un caballo ensillado que allí esperaba piafando, atado á una gruesa argolla fija en la pared. Era la primera vez que el descendiente de los Clinton de Munster entraba en un mesón y preguntábase qué clase de gentes serían sus compañeros de hospedaje y qué recibimiento le harían.

Pero aquí está la misiva que debo llevar al barón de Morel, limpios quedan los platos y seco el jarro; hora es ya de ponernos en camino. te vienes conmigo, Tristán, y cuanto al barbilindo ¿á dónde dijiste que ibas? Á Munster. ¡Ah, !

Era el señor Munster, que, llevándose una mano al casquete, suplicaba humildemente: Señora, acuérdese de su promesa... La aguardamos en el salón para nuestra partida de bridge. Usted sólo falta para que empecemos. Mrs. Power sonrió con una amabilidad feroz. «Luego iré.» Y Munster, comprendiendo lo enojoso de su presencia, se retiró discretamente antes de que la dama le volviese la espalda.

Todos los días, al sentarse a la mesa, el señor Munster quedaba pensativo, sin dejar por esto de mover las mandíbulas, y acababa por formular la misma pregunta, en un castellano gangoso: Pero ¿de veras que ninguno de ustedes conoce el bridge?... ¡Un juego tan distinguido!

¿Á dónde os encamináis esta mañana, moro de paz? preguntó á Roger apenas le vió. Á Munster, á casa de mi hermano, donde permaneceré probablemente algún tiempo, contestó Roger. Decidme lo que os debo, buena mujer. ¿Lo que vos me debéis? exclamó la ventera, que contemplaba admirada la muestra pintada por el joven la noche anterior.

El pobre señor está muy triste dijo Munster . Me comunicó anoche que pasaría encerrado todo el día en su camarote. Hoy es el sexto aniversario de la muerte de su señora, y todos los años, esté donde esté, hace lo mismo. Se aísla, piensa en ella, no come; llora con toda libertad.

Disuadióla Roger de su proyecto, convenciéndola de que á él le tocaba emprender aquel viaje, debiendo quedarse ella acompañando á su hija y al cuidado de los múltiples intereses que suponía la administración de las vastas propiedades de Munster, unidas á la del castillo de Monteagudo y sus dependencias.

Palabra del Dia

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