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Actualizado: 21 de junio de 2025


No tenga miedo, señor arcipreste... murmuró gravemente Barbacana . Perro que ladra no muerde. Ni a romperme un vidrio se atreverán esos bocalanes. Pero conviene estar dispuesto, por si acaso, a enseñarles los dientes. Resonaban nutridos y feroces los mueras; mas en efecto, ni una piedra sola venía a herir los cristales.

La barra se escapa de sus manos, vibra en el aire con zumbido temeroso, roza al caer la rama de nogal plantada por Matías y va á clavarse más lejos. «¡Viva! ¡Vivagrita la muchedumbre frenética. El mozo de Langreo se muerde los labios de despecho, toma de nuevo la barra y la hace partir. No logra mejorar su tiro. Segunda vez pide al jurado permiso para probar fortuna y lo obtiene.

Miren, ese es mi perro guardián dijo Magdalena a modo de exordio. ¡Oh, pero no muerde! añadió al ver la justa alarma de las dos pasajeras, que estaban sentadas en un ángulo, ¿verdad, viejo Tofi? Esta última pregunta iba dirigida al sagaz Joaquín. Voy a decirles una cosa, señores continuó Magdalena, después que hubo dado de comer y cerrado la puerta al pequeño plantígrado.

De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, esta es la cuna; ni hay para labios dulces copa amarga ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan sus hijos fieles.

Que hable el abogado de pobres. ¡Dejadle que hable! decía su hermano riendo. Y ella entonces enrojecía y callaba. Ese señor de la Peña no es malo, porque no puede serlo manifestaba Tristán con asombro de todos. ¿Cómo que no puede? Todos los seres en la tierra pueden hacer el mal. Hasta una pulga te muerde si le da la gana respondía don Germán.

Soy la princesa del ropaje verde que renueva en el hombre la confianza, cuando el naufragio del vivir le pierde; le hago entrever la mística bonanza, mientras la sierpe del dolor le muerde; soy la última en morir: soy la Esperanza. Se oye un lamento de agoreras aves bajo el palio del cielo tropical, y se aspira un olor de brisas suaves que estremece el silencio sepulcral.

Ora se arrastra entre la hierba verde, luego sube, y por do subió más muerde. En esto llegó a los dos primeros otro interlocutor de prolongadísima persona y mala catadura, color entre cerote y hollín, y ojos hundidos, aunque relucientes, con ciertas binzas de sangre, que venía montado en alta mula burdégana, tan aviesa y resabiada como su amo.

Bésele usted la mano... Digo no... No se la des, Clara, no la merece. El perro que estaba echado a los pies de la joven al verse molestado gruñó. ¡Muérdele, Fidel...! ¡Muerde a ese antipático, muerde a ese soso...! ¡a ese! ¡a ese! El animal, así azuzado, comenzó a gruñir de un modo amenazador y estaba a punto de arrojarse sobre el soso. Clara levantó la cabeza riendo al través de sus lágrimas.

Que la van á coger, que ya se sabe de dónde sale, que es de carne, que es un espíritu, que muerde, que cocea, que busca chiquillos para sacarles el sebo, que los serenos, que la policía, que cazarla á tiros ... y nadie se atrevía á pedirle el pasaporte. Al cabo, la delación de un pinche de billar hizo luz en el horrible caos, y el misterio se aclaró. ¿Saben ustedes lo que era la Berrona?

Apenas comienza a salir el sol, sopla su humo la chimenea de la fábrica, el martillo rompe la piedra, la lima muerde el metal, rasga el arado la tierra, se enciende el horno, mueve la bomba su pistón, suena el hacha en el bosque, corre la locomotora entre chorros de vapor, chirría la grúa en el puerto, corta el navío las espumas y tiembla en su estela el barquichuelo de pesca arrastrando las redes.

Palabra del Dia

rigoleto

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