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Actualizado: 21 de junio de 2025
Don Ramón creyó ver en los ojos de Fermín cierta repugnancia por el cinismo con que se expresaba y se apresuró a añadir: Yo soy quien soy, muchacho. Si me rascan, aparecerá el de antes. Créeme: el que muerde la fatal manzana de que hablan esos señores amigos de nuestro principal, no se quita jamás el gusto de los labios. Se cambia de envoltura para seguir viviendo, pero de alma ¡nunca!
Pues para ser enemigo de la libertad de la imprenta, <i>El Diario Mercantil</i> no se muerde la lengua. ¡Pero qué bien le contesta hoy <i>El Conciso</i>! Le dice que <i>los matacandelas de toda luz de la razón, no quisieran que alumbrase al mundo más luz que la de las hogueras inquisitoriales.</i>
Curioso es en extremo observar en baja mar las hiladas sobrepuestas donde se lee la historia del globo en gigantescos registros, do los siglos acumulados ofrecen completamente abierto el libro del tiempo. Cada año se traga una página. Es un mundo que se derrumba, que el mar muerde constantemente por debajo, y las lluvias, los hielos, atacan con más fuerza por arriba.
Y cuando yo sea grande, me comprarán tres vestidos cada mes, y un reló con diamantes y botas a la emperatriz. Yo voy también al colegio con ésta; y en mi casa se come principio todos los días, y los domingos se toma café; y mi papá tiene un perro en la huerta que muerde a las tarascas pegotonas.
Percibe el dejo amargo del andante, la fuga impetuosa del allegro y hasta la ficticia, nerviosa alegría del scherzo. Y no se enternece. Al contrario, en cuanto observa que el violín arrastra las notas de cierto modo particular extraordinariamente lánguido, se pone inquieta, nerviosa, no sabe lo que dice, se muerde los labios y sacude la cabeza con desesperación.
¡Ca, hombre! ¡Yo no pido nunca favores! dice magestuosamente Tadeo; los hago, pero desinteresadamente. El novato se muerde los labios, se queda más pequeño y pone una respetuosa distancia entre él y su compoblano.
Si fuera descalzo, se notaría que camina con los pulgares del pie doblados hacia abajo. No tiene esto nada de extraño, porque el sepulturero abusa del cloroformo. Incidencias del oficio lo han llevado a probar el anestésico, y cuando el cloroformo muerde en un hombre, difícilmente suelta.
¡Bah!... Perro que ladra, no muerde. ¿No muerde?... ¡Lo que soy yo no vuelvo a pasar por allí; y creo que tú debes cuidarte de ese bandido. Al mismo tiempo que José avisaba que estaba listo el almuerzo de Ricardo, Baldomero llegó y después de saludar a éste, dijo: ¿Ha visto, don Melchor, lo que ha sucedido? Me estaba contando Ricardo. ¿Sabe que me están dando ganas de ir yo?
NARV. Todo hombre esté atento y surto, Que apenas nos oiga el viento, Con tan poco movimiento, Como el lobo cuando al hurto Camina solo y atento; Que si en los montes o llanos De los ganados cercanos Hace en las piedras ruído Con las manos, de corrido Se muerde las mismas manos.
Y todo lo juraba por su conciencia, aunque yo pienso que conciencia en mercader es como virgo en cantonera, que se vende sin haberle. Nadie, casi, tiene conciencia, de todos los de este trato; porque, como oyen decir que muerde por muy poco, han dado en dejarla con el ombligo en naciendo.
Palabra del Dia
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